Que magnificamos un poquito cualquier película que surja de la chequera de A24, puede ser. Yo el primero. Pero que en estos tiempos, en los que la mala crítica da más juego (y seguidores) que la crónica meritoria, se nos olvida algo tan necesario como el disfrute, es algo que también necesita comentarse. Y si la complacencia, como en el caso de X, viene adaptada a un discurso narrativo y formal admirable, no queda otra que seguir esperando la llegada de una nueva y arriesgada propuesta de una productora rebelde.
X es puro género. Es inercia que nos lleva al pasado. Ti West logra, a lo Tarantino, apropiarse de innumerables referencias para alcanzar una naturaleza privativa. Un montaje notable, con excelentes cruces de secuencias entre la pornografía setentera y el slasher primigenio, y un mensaje (imposible citar sin entrar en spoilers) sobre la belleza, el sexo y el paso del tiempo explotan en una obra satisfactoria que pide doble sesión, walkman y unos pantalones de campana.
La sinopsis, que en este caso es simplemente una introducción, pide esfuerzo y búsqueda de archivo para encontrar razones de visionado. A finales de los setenta, un pequeño grupo de personas se dirige a una granja perdida en la Texas más rural con la intención de filmar una película porno. Una vez en su improvisado plató, toca luchar por la supervivencia. Como debe ser.
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