Es insólito, y más en los tiempos que corren, que a la salida de una película lo que más te apetezca sea volver a verla y, más aún, se amplía el adjetivo a inspirador cuando sales de la proyección con ganas de leer libros, de oír canciones, de reencontrarte con antiguos clásicos de cine y, sobre todo, de abrirte una botella de vino. Y no solo por las referencias constantes, verbalizadas o filmadas, que se hallan en su contenido, sino por las que, además, extraes como espectador. Referencias y sugerencias.
En una secuencia crepuscular de Volveréis, el protagonista encuentra en el Rastro dos bonitos sillones. Le pregunta al vendedor si puede llevarse solo uno y este le contesta que no, que las parejas no pueden separarse. Lo que, sin desmerecer en absoluto, parecía la peor y menos naturalista frase de toda la película, se engrandece cuando, sin esperarlo, llega su pareja (o expareja) y suelta que ella se lleva el otro sillón. Wilder y Lubitsch se materializan en una especie de octava mujer de Barba Azul, pero al revés. En otro instante, la pareja protagonista se reúne en un bar para comentarles a sus amigos su situación (y la sencilla y sensacional premisa de la película): que van a separarse y hacer una fiesta para celebrarlo. En este momento, los Jack y Sally de Maridos y Mujeres, de Woody Allen, son los que se vienen a mi mente.
No nos interesa saber qué pasó antes de la primera secuencia ni lo que pasará después. Acompañar a Ale y a Alex en su peculiar ruptura después de 14 (o 15) años juntos es lo esencial. Descubrir lo romántico que es reinventar una relación que termina. Evidenciar la belleza conceptual que hay en organizar el caos de una disolución. Ale y Alex demuestran su madurez y el respeto que se tienen, al igual que Jonás Trueba se lo demuestra a los que van a las salas.
Otra vez el director madrileño de Los Ilusos y La Virgen de Agosto rivaliza en verano con los blockbusters y les gana, de largo, con el humilde argumento de presentarnos su cotidianeidad, sus libros, sus películas, sus amistades, su familia y a su fontanero. Y, otra vez, nos demuestra que sí, que hay un cine que puede hacernos mejores.
Añadido curioso: entre las citas explícitas a Kierkegaard, Truffaut, Bergman, Ullmann, Hawks, Cavell y Brassens se cuelan Faemino y Cansado. No hay arrogancia. Hay detalle. Descorchemos.
No Comment