“¿A quién se ha follado Deadpool para tener su propia película?”. “Te voy a hacer tanto daño como le hizo Limp Bizkit a la música de los 90”. “He soñado que secuestraban a la hija de Liam Neeson”. Puede que, a ratos, el animado y sarcástico guión de “otra película más de superhéroes” asomara como enfrentada: entre un monólogo repleto de chistes sobre el cine y el lenguaje de una película teenager no tolerada a todos los públicos. La trama de Deadpool es también inversa al tópico, pues el protagonista no se las da de héroe sino de reparador de su propia injusticia. Sin embargo, esta broma —vocablo piropo— acaba sucumbiendo ante su propia condición y se remata hacia un lugar bastante común. Deadpool es entretenida y decreciente. A positivar su tratamiento como obra que no deja de lado a los poco entendidos en el mundo de los tebeos de superhéroes. A mí.
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