(MENOS ES MÁS) Todas las mujeres era una serie. Y como con El equipo A o con Mr. Bean, la han convertido en película. Sólo que, en este caso, ha sido una buenísima opción. Primero porque los seis episodios no los vio ni Dios. Segundo porque no creo que hayan destrozado la serie. Y tercero porque con noventa minutos ha sido suficiente. Yo para las series no tengo paciencia. “¡Herejía! ¿No has visto Breaking Bad?”. Pues no.
Mirada la sinopsis con detenimiento, la cosa parece que tiene más tópicos que un culebrón: A mi esposa de cuarenta la dejo por un pivonazo de veinte. Mi suegro me cae como el culo. A mi ex le pido ayuda después de diez años sin verla. A mi madre le pido dinero. A mi psicoanalista me la quiero tirar. Y a mi cuñada me la tiro. Aún así, aquí hay mucho que positivar. Empezando por un texto que fluye gracias a unos actores y actrices; o mejor, a un actor y unas actrices que están impresionantes. Eduard Fernández, sin hacer sombra al elenco femenino, está soberbio. Se acaba de convertir en el favorito de A Positivar para los próximos premios Goya. Este hombre lo hace todo bien. Aunque no podemos decir lo mismo de su personaje.
Las mujeres, que nunca se solapan en escena, nos van demostrando con sus apariciones la personalidad del protagonista (atención al combate interpretativo y dialéctico que tiene con su madre, la gran actriz Petra Martínez). Nacho —que así se llama— quiere que sus problemas se arreglen solos o que alguna persona se los arregle. Su poca valentía en la vida le ha llevado a la fluctuación de lo escondido, a la búsqueda de realidades paralelas, que a poder ser tengan buenas tetas; a conformarse con lo que hay, que igualmente tiene que ver con las tetas, pues trabaja con reses; a escapar de los problemas por la ventana, y a fumar a la espera de que todo pase. Cuarenta y tres años de sueños que escapan, de no decir lo que piensa y de preñar vacas. Unas vacas que roba a su suegro, coaccionado por una bella señorita y por el ansia de dinero, para poder volar lejos —mentalmente— y cambiar de vida —literalmente—. Pero las cosas no suceden como uno quiere, y lo planeado se va al garete. Y así, a los pocos minutos del film, se nos presenta un conflicto, que puede ser superfluo, pero que ha sido dialogado, interpretado y realizado para conseguir una de las mejores películas españolas de la temporada.
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