Por fin, Filmin mediante, ayer pude ver la película española más premiada de la temporada. Palma de Oro, Goya y candidata al Oscar al mejor cortometraje de ficción, Timecode, de Juanjo Giménez Peña, venía precedida de tal éxito que las expectativas podían hacerle mella. Pero no. Un cuarto de hora de contemporización y composición narrativa donde el director, y su equipo de estudiantes de cine, extirpan los aderezos para lograr una pieza que se sustenta desde la imagen. Diálogos los justos, porque –oh, paradoja– Timecode va sobre la comunicación.
Luna es vigilante de seguridad y trabaja en el parking de unas oficinas haciendo el turno de día. Diego es también vigilante y trabaja en el mismo parking; hace el turno de noche. Doce horas cada uno. Se cruzan durante unos 20 segundos y su único intercambio verbal se reduce a un “¿qué tal?” y a un “todo bien”. Sin embargo, un descubrimiento en las cámaras de seguridad hará que empiece, entre los compañeros, un vínculo visceral, apasionado y de música para el vello de los antebrazos.
El formato de Timecode es idóneo para lo que en la película se quiere plasmar. Un corto donde dos personajes hacen piel la máxima picassiana de que la inspiración nos encuentre trabajando. Y quien dice inspiración dice coreografía. A primera posición.
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