(LE LLAMAN THE EAST) A ver si nos aclaramos. No sabía absolutamente nada del film. No he visto la anterior del director. Me informo un poquito. “Pues no la ponen mal”. Thriller ecológico. La chica de la peli es la de Otra tierra y firma también el guión. Empieza la película y tiene ese acabado instagrameado que tanto gusta al cine independiente americano: contraluces a saco, planos forzados en pos de la imagen flamante, utilización del filtro Rise y actores situados de tal forma que cada fotograma parece la portada de un disco. Personajes con un enorme mundo interior que miran al infinito y que ponen un rictus inexpresivo pero con fuerza. Nunca se ríen porque las cosas no están para carcajear. El secundario cómico está anticuado. Es un film de suspense pero la investigación es lo de menos porque lo importante es la parte humana.
La protagonista se llama Sarah Moss y es una exagente del FBI que trabaja para una empresa privada de investigación contratada por grandes empresas para luchar contra el terrorismo anticorporativo. A Sarah se le encomienda la misión de infiltrarse en un grupo anarquista-ecológico que atenta contra las multinacionales cuyo trabajo afecta a la salud pública o al ecosistema. The East, que así se llama el comando activista, utiliza el ojo por ojo como modus operandi y su proclama es: “Somos The East. No nos importa cuánto dinero tengas. Queremos que todos los culpables experimenten el horror de sus crímenes. Si nos espías, te espiaremos. Y si envenenas nuestro hábitat, envenenaremos el tuyo”.
The East es película de infiltrados con cierto síndrome de Estocolmo. The East es película de denuncia de las sociedades empresariales que se la suda las consecuencias de sus malas prácticas. The East es película de comuna que vive en lo profundo del bosque, juegan a la botella, se bañan en una charca, comen alimentos de la basura y están contra el sistema. El problema es precisamente ese: el grupo. Una pandilla de hippies ajados que no te acabas de creer. Infantiles en su día a día y adultamente reivindicativos en su forma de actuar. Su aparición en escena no puede quedar más involuntariamente cómica: su manera de vestir, sus barbas a lo Conde de Montecristo y sus ritos a la hora de sentarse a la mesa son algo grotescos. Coincide que todos los miembros de The East a los que se les da algo de chance son hijos de papá, de ahí que de vez en cuando se encuentren un iPhone en el bolsillo; porque una cosa es ser un activista ecológico que come de lo que le da la naturaleza y se asea en un lodazal y otra es no tener Facebook. Y la historia de amor que no falte. Pero tranquilidad, porque para eso tenemos un software de guión conocido como Calzador 5.0.
Queda claro que la cosa no me acabó. Pero, todo hay que decirlo, la cosa levanta algo el vuelo cuando el grupito deja de hacer sus fuegos de campamento para enfrentarse a las acciones de calle, momento en que The East empieza a tener una evolución más compleja (sin pasarse), tanto a nivel personal como grupal. El problema es que para mí ya era tarde. A positivar el papel de Patricia Clarkson, la jefa de la empresa de seguridad para la que trabaja Sarah, la cual, en sus pocas apariciones, deja claro que el idealismo está reñido con el dinero y lo inhumano que puede ser trabajar para empresas inhumanas.
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