Fuman. Fuman mucho. En el cine coreano fuman mucho. Y tienen cierta obsesión por los martillos; las pistolas sustraen la nobleza de la venganza y el acabose es harto expeditivo. Y llueve, suele llover bastante. En el cine coreano el castigo y la redención son dos pilares fundamentales. En el cine coreano los guiones parten de ideas, ante todo, peliagudas.
En la aconsejable The Chaser, un antiguo detective reconvertido en proxeneta (empezamos bien) tiene apuros económicos debido al secuestro (coreanismo) de algunas de sus chicas. El antiguo detective reconvertido en proxeneta se da cuenta de que un sádico homicida tiene mucho que ver con el asunto y decide resolver las cosas (a hostias, vamos). La policía de Seúl debe encontrar a su vez al culpable de unas extrañas muertes para recobrar una reputación menguada debido a que un faccioso ha lanzado su mierda (literal) a la cara del alcalde mientras hacia campaña en un mercado de barrio (qué de qué).
La primera secuencia de The Chaser –de inédito estreno en España pero acogida por el amplio catálogo de Filmin– es de una descripción y habilidad narrativa espléndidas: una chica recoge a un chico en una alborotada avenida de la capital coreana. El coche se dirige a una zona más periférica. Aparcan, bajan del vehículo y desaparecen calle abajo. De repente, es de día. El coche permanece en el mismo lugar donde se estacionó. Tiene algo de polvo y las lunas y el limpiaparabrisas están repletos de tarjetas de meretrices y prostíbulos. Entran créditos. Empieza la escabechina.
The Chaser es la ópera prima de Na Hong-jin, director de la espectacular The yellow sea y de la sobresaliente El extraño. El cine coreano, por lo menos el que nos llega, tiene un fuerte arraigo cimentado en los códigos del thriller más clásico. El cine coreano es formalmente admirable.
No Comment