Como los edificios, hay películas que están hechas para durar. Y entre tanta producción adosada, tanta obra prefabricada y tanta manufactura perecedera, siempre destacan la robustez, la honestidad y la claridad formal y estructural. Lo sabe Brady Corbet y lo sabe László Toth.
En la segunda secuencia de The Brutalist, sobre la voz en off de su mujer exponiendo su supervivencia en la Hungría deshecha por el fascismo, está László arribando a la Isla Ellis. Al salir a la cubierta del barco y mirar hacia arriba, la estatua, y por lo tanto la libertad, le reciben del revés. Lo primero que hace el protagonista, al salir de la aduana y entrar en las calles de Manhattan, es irse a un burdel. Al terminar su desahogo, se sube a un autobús y va en busca de su primo que espera en Pensilvania. Sobre una carretera que nos lleva a lo desconocido, recurso recurrente en el filme, entran los créditos de una obertura magistral. Música, textura, resonancias ambientales, texto e interpretación se empiezan a organizar y nos muestran que, de aguantar, seremos invitados a algo novedoso y, como la arquitectura referida, de proporciones colosales.
László Toth es un arquitecto de renombre salido con honores de la Bauhaus y echado de su país por el Holocausto. En el sueño americano encontrará un rico empresario que financiará sus anhelos de hormigón y mármol de Carrara. Si bien el sueño sucumbe en pesadilla, porque el dolor, físico y espiritual, necesita de narcóticos y el cine de conflictos.
The Brutalist dura mucho, sí. Obliga a un descanso minutado que separa dos partes diferenciadas e imponentes. La primera de ellas es una de las cosas más importantes surgidas de una pantalla en años. La segunda puede decaer o no convencer (no es mi caso), pues entra argumentos narrativos y definitorios; hay respuestas y durezas que pueden parecer no necesarias, pero que surgen de la mente de su creador (Brady Corbet) y, al igual que la obra de László, están dispuestas para enfrentarse a las opiniones. Una primera parte que expone y construye, y una segunda que refrenda y desmorona héroes.
El cine llevaba tiempo pidiendo algo como The Brutalist. El cine y yo. Y tú. One for you. One for me.
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