Estoy seguro de que un segundo visionado de Sundown nos descubriría, en la aparente indolencia de Tim Roth, todo un muestrario de expresiones definitorias de su pensamiento. Una segunda apuesta por la película de Michel Franco, sabedores ya del desenlace, nos acabaría de certificar la imponente actuación del actor.
En Sundown, una opulenta familia británica, de vacaciones en Acapulco, debe interrumpir el viaje por la muerte de un familiar. Se trata de la madre de dos hermanos: Alice y Neil. Si bien la hermana, extremadamente dolida, parte con celeridad hacía Londres, Neil finge haber perdido el pasaporte y se queda en la paradisiaca costa mexicana haciendo nada. Viéndolas venir. Esperando. Contemplando. Bebiendo cerveza. Ni siquiera un asesinato a sangre fría en plena playa parece conmoverle lo más mínimo. Michel Franco, por el contrario, sí conmueve con una película madura, sensata y contundente en sus intenciones.
Es obvio que Sundown demanda cierto esfuerzo al espectador; incluso asume su capacidad perezosa y sus maneras de narrar excesivamente autorales. Bienvenidas sean; porque no creo que haya ninguna otra forma de contar esta historia de desesperanza y duelo. Un filme en el que hay que acompañar, tanto a Tim como a Michel, y no juzgarles. El director de Nuevo orden ha cambiado de registro, que no de fondo, y ha realizado una de las buenas películas de este año.
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