(MUCHA CORREA) El director de la enorme Oldboy tiene chance para que su primera incursión en el ocasiones encorsetado universo de Hollywood sea plato de interés; de mi interés. Aunque en un principio la sinopsis no llamara en exceso mi atención y sabedor de que el guionista era un bisoño y principiante Wentworth Miller (el guapete de Prison Break), la seguridad de que por lo menos el envoltorio iba a ser más que sugestivo me lanzó de cabeza al entretenimiento.
Park Chan-wook lo ha hecho. El guión, no tan endeble como creía, es elevado hasta una buena película de una fuerza visual intensa y constante. Una historia sobre la locura heredada, la sexualidad e, incluso, la incomprensión en el instituto que, en manos de otros directores, hubiera sido mucho más teenager, más crepuscular y mucho menos poética. La planificación de Stoker ha debido ser extrema. Cada planito, cada secuencia, cada elemento que aparece en pantalla, cada prenda de vestir, cada sonido y cada crédito está trabajado con contundencia; y puede que con algo de exceso. Lo que no quita que el surcoreano haya dejado secuencias para ver una y otra vez. Park Chan-wook era un director de culto y lo va a seguir siendo. Y más si la siguiente película que prepara es el remake de Arcadia, de Costa-Gavras. Muchísimas ganas y curiosidad tengo ya de ver qué puede hacer con el negro guión del realizador francés de origen griego.
Una síntesis que no es para que te cuenten ni para leerla, sino para verla: el hasta entonces desconocido tío Charlie aparece en casa de los Stoker el día del funeral de su hermano. Y ya que está allí, decide quedarse una temporada con la viuda y su sobrina India (es su nombre, por eso está en mayúscula). ¿Quién es el tío Charlie? ¿Qué intenciones tiene? ¿Dónde ha estado todo este tiempo?
Y el realizador empieza a barajar todos los toques del cine parapsicológico para darle vueltas hacia su propia idiosincrasia. Ya que tenemos una chica solitaria, que parece que puede ver lo que otros no pueden ven y escuchar lo que otros no pueden escuchar, la vestiremos a lo Winona Ryder, con cierto estilo Miércoles Addams y le tintaremos el pelo de negro. Una buena banda sonora con violines y toda la pesca. Saldrá un sótano con muy poca luz y encima parpadeante. Al tío Charlie le pondremos rictus fantasmagórico y aprenderá a tocar el piano en dos días. Estamos en 2012, pero utilizaremos la anacronía como leitmotiv narrativo, porque las máquinas de escribir dan más mal rollo que los ordenadores, las cartas con lacre dan miedito y la ropa victoriana es, además de hipster, más terrorífica. Unas miradas desde la ventana por aquí, un aparecer de la nada por allá, una casa grande de esas con verja y un caótico jardín, le añadimos la aparición de Nicole Kidman, y ya tenemos lo que queremos: convertir al espectador en detective. “Claro está muerto pero no lo sabe”, “La casa está encantada y todo el que vivé allí puede convertirse en asesino de la noche a la mañana”, “¡No! ¡Ya está! Son vampiros y el apellido Stoker es una gran pista”, “¿Y si resulta que es todo un sueño?”. Park Chan-wook ya nos tiene donde quiere. Te toca mover.
A positivar el principio y el final. A positivar la secuencia de la ducha. A positivar la fuerza que le extraen a un cinturón saliendo de sus trabillas.
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