Yo sigo reticente a morder la manzana. Con disponer de un procesador de textos, Internet y una sencilla plantilla de WordPress soy feliz. Además, como analfabeto binario, me queda algo grande el por qué la palabra Mac excita tanto a un público objetivo considerablemente grande. En Steve Jobs no importan tanto las máquinas como las personas; quizá por eso pude entenderla. O, mejor, interpretarla.
“buscó la perfección en cada una de las cosas que hizo, porque sabía que jamás iba a encontrarla en su propia vida”
Tras su visionado, a pesar de que aparecen dos de los actores más grandes del cine actual —Michael Fassbender y Kate Winslet—, tuve claro una cosa: a positivar el gran guión de Aaron Sorkin. Tres actos, a la espera de su adaptación a las tablas, que sustituyen calaveras shakesperianas por monitores y donde se nos vierten historias de traiciones, familias atípicas, fieles escuderos, guerras entre reinos informáticos, amistad y codicia. Supongo que habrá espectadores a los cuales el libreto les parezca insuficiente. No existe en el filme la típica línea argumental de nacimiento, desarrollo y muerte de un genio, sino catorce años en la vida de una persona. El propio Sorkin partió de un presentimiento, el de un hombre que “buscó la perfección en cada una de las cosas que hizo, porque sabía que jamás iba a encontrarla en su propia vida”. Y utilizó los instantes previos a las célebres presentaciones de tres de sus productos (Macinstosh, Next e iMac) para, entre bastidores, demostrarnos que importan más las palabras que utilizar a un actor que se parezca a su personaje. En cuanto a Danny Boyle tengo poco que decir, solamente que al terminar pensé: ¿qué hubiera hecho Fincher con esto?
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