He disfrutado, este fin de semana, de una doble sesión más que atrayente. Dos películas que, sin intención previa de unificar temas por mi parte, narran los entresijos periodísticos y la agonía que una noticia necesitada de exhaustiva investigación puede ocasionar en sus redactores: Zodiac (David Fincher, 2007) y Spotlight (Thomas McCarthy, 2015). La revisión de Zodiac ha sido, tal y como esperaba, un ejemplo de dirección del que pocos realizadores pueden presumir. Una genialidad alargada con un ritmo tan ejemplar que debía, si no se hace, enseñarse en las escuelas de cine. Una agilidad narrativa que es todavía más meritoria, pues, como temieron los estudios, hay una gran cantidad de diálogo, pocas escenas de acción y una indefinida finalización de trama; además de 158 minutos de metraje. Todo un riesgo del que el director de Seven no sólo salió airoso, sino todavía más acreditado. La inquietud de un par de policías y un par de periodistas con las ilícitas, injustificadas y alardeadas andanzas del asesino del zodiaco es estructurada bajo el paraguas de la obsesión. Una insistencia que se expresa desde la representación de la obstinada indagación y desde cómo ésta afectó a las vidas personales de sus protagonistas. Algo que en (a lo que vamos) Spotlight se ve constituido, solamente y salvo pequeños detalles, por el prisma del periodismo puro.
Es la película de Thomas McCarthy un buen guión, perfectamente interpretado y correctamente dirigido. Las intimidades, apartando contadas y escuetas excepciones que sirven para definir personajes, son tratadas muy por encima para dejar en un primer nivel a la investigación en sí. Algo que logra que los detestables crímenes que se investigan queden algo más relegados. No es esto último un negativo en el filme, sino todo lo contrario. El Boston Globe investigó lo que parecían unos casos aislados de pederastia en algunos miembros de la iglesia de Boston y el encubrimiento por parte de ciertos poderes más terrenales. Un caso que, nada anecdótico ni casual, se fue haciendo inmenso. Y con ese acrecentamiento de la noticia es con el que convivimos durante el pasar de los minutos de Spotlight. Un trabajo sobre la responsabilidad y la denuncia informativa que acabó siendo un premio Pulitzer y, quién sabe, también un Oscar. No creo, porque Iñárritu está pesado con el doblete. Sin embargo, Spotlight es una muy buena obra ubicada en la siempre herida —fílmicamente— ciudad de Boston. Y no; no sale el carnaval del día de San Patricio.
Al final, como fincherista confeso, la introducción sobre Zodiac ha sido demasiado extensa. Os diría que obviarais el primer párrafo, pero ya es tarde.
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