“Todo cuanto existe es fruto del azar y la necesidad” es un cita atribuida a Demócrito que bien podría ser el tagline de Solo las bestias. La última película del cineasta galo Dominik Moll es un ajuste filmado sobre las egoístas entrañas del ser humano y su urgente demanda de novedades. Tormentos internos que se trasladan a las nevadas montañas de algún lugar recóndito de Francia para, bajo los códigos del thriller de composición, alcanzar un producto tan desasosegante como bien armonizado.
Una mujer ha desaparecido y su coche es encontrado en el andén de una carretera que lleva a un pueblo incierto. A partir de ese único apunte, el filme, dividido en episodios con nombre de personaje, va completando las piezas que resuelven el entuerto. Dos horas de buen cine y buenos actores hecho con muy buen gusto. Y ya estaría.
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