(DOCUMENTAL QUERIDO WATSON) Lo único que sabía de esta película era que había ganado el Oscar al mejor documental en la última ceremonia de los premios de la Academia y que trataba de un cantante estadounidense, de origen mexicano, que en su país fue un total desconocido y en Sudáfrica, sin que él lo supiera, vendió miles y miles de copias de sus dos únicos discos. No sabía nada más. Ni siquiera sabía que el documental era de origen sueco y dirigido por un desconocido de nombre poco memorable, llamado Malik Bendjelloul. Tampoco era conocedor de su estilo musical: una especie de mezcla entre Bob Dylan y Jefferson Airplane, con unas letras demoledoras y suburbiales llenas de tristeza y crítica social. Y por supuesto, tampoco sabía que ese cantautor que actuaba en antros llenos de niebla de los barrios periféricos de la desolada ciudad de Detroit se llamaba Rodriguez.
Esa historia de extrañas casualidades, y alguna pequeña alusión más, hicieron que me acercará al único cine que la proyectaba. Y menos mal que no leí nada más. Porque contar algo más de lo que pasa en un cuarto de hora de metraje es spoilear una trama llena de giros argumentales y sorpresas. No es sólo un documental al uso: es un thriller, un drama, una comedia, un musical, una película de animación y un biopic. Y si Argo está basada en hechos reales, está es una película real. Y sí, ganó el Oscar en la categoría de largometraje documental, pero podía haber ganado el premio en muchas más categorías; incluso en la categoría reina.
Así que solamente hablaré de esos primeros quince minutos de Searching for Sugar Man: Stephen “Sugar” Segerman, dueño de una tienda de discos en Ciudad del Cabo, nos introduce en tres minutos, y antes de los créditos, en la vida de Rodriguez. A continuación, viajamos hasta Detroit para ver cómo fue descubierto por dos productores en un pequeño local, tocando de espaldas al público. Después de dos discos —Cold Fact (1970) y Coming from reality (1971)—, la ilusión desvanecida de un nuevo Dylan y el silencio total del público, no se supo más de Rodriguez. Sin embargo, a más de 13.000 kilómetros de distancia, gracias a una de las mínimas copias que vendió su primer disco y a un turista comisionado de su palabra, Rodriguez empezó a cambiar a toda una generación y a convertirse en el icono musical contra el apartheid. Willem Möller, un músico sudafricano consultado en el film, comentaba: “A mediados de los 70, si ingresabas al azar en un hogar blanco, progresista, de clase media y que tuviera tocadiscos y una pila de discos de música pop, en esa pila ibas a encontrar, invariablemente: Abbey Road, de los Beatles, Bridge Over Troubled Water, de Simon & Garfunkel, y también, en todos los casos, Cold Fact, de Rodriguez. Para nosotros era uno de los discos más famosos de todas las épocas.”
Y eso es sólo el principio. A partir de ahí entramos en un proceso de indagación sobre el cantante. Una búsqueda de respuestas, perfectamente construida, con la banda sonora obvia y con animaciones en lugar de reconstrucciones. Una enorme película que dura muchísimo más de 85 minutos y que consigue que, al terminar Searching for Sugar Man, seas tú el que busque a ese tal Rodriguez. Yo ya tengo sus dos discos.
A positivar le secuencia en la que… No puedo decirlo, os jodería la película.
4 Comments
Una historia maravillosa que alguien tenía que contar. Haberla contado merece un Óscar y el agradecimiento eterno de cinéfilos, melómanos y cualquier persona con una cierta sensibilidad.
A positivar, efectivamente, ESA secuencia.
I wonder…
¡Exacto!
A negativar el único personaje de raza negra que interviene en la película, valga la redundancia.
Y hablando de maldades y piratas, me vas a grabar los dos discos.
La acabo de ver. Una joya, menos mal que no me informé antes y pude disfrutar del argumentos sin spoilers asesinos. Es verdad, la peli dura muchísimo más de 85 minutos. Y si la veis en DVD, no os perdáis el making-of, casi otra peli dentro de la peli.