Máximo Décimo Meridio, aquel comandante de las tropas del norte, marido de una mujer asesinada, que buscaba alcanzar su venganza en esta vida o en la otra, sigue indemnizando su malestar a base de rebanar existencias. La diferencia es que ya no monta a caballo, sino que viaja en pick-up, y a su señora se la ha cargado él mismo.
De poco sirve argumentar de dónde viene tanta mala hostia, si después te olvidas de mantenerlo latente. El señor Rusell quiere matar a una mujer y a toda su familia por el simple hecho (aunque, a veces irrite) de que le ha tocado el claxon en un semáforo al no arrancar con apremio. El señor Russell, en Salvaje, no tiene nombre; es un orondo americano que ha perdido el trabajo y a su mujer en un breve espacio de tiempo y, a diferencia de cómo lo hubiera tratado Ken Loach, el director Derrick Borte prefiere convertir lo social en una amalgamada propuesta de sangre y persecuciones vía ubicación del móvil. Las fuerzas del orden, al igual que pasó en el Capitolio, ni están ni se les espera. Estamos, por lo tanto, ante un producto adrenalínico de escasa enjundia que se degusta sin recuerdo y en el que lo único a positivar sería a Máximo Décimo Meridio o como quiera que se llame.
No Comment