“Mi cine no tiene que dejar preguntas, sino respuestas”, algo así decía Haneke tras presentar La Cinta Blanca. Película con la que Sala de profesores comparte ciertas trazas trascendentales y a su protagonista; una de las jóvenes educadas severamente en la ficticia y alemana aldea de Eichwald. Volvemos aquí a tratar la educación de la adolescencia teutona, esta vez desde la autoridad subjetivamente moral de sus profesores de instituto.
Sala de profesores narra —utilizando a una profesora de matemáticas y educación física como elemento vertebrador y (prácticamente) siempre en plano— los intensos días en un centro donde ha habido una serie de pequeños robos de dinero. La idealista profesora, viendo que esas no son formas de acusar a sus alumnos, intenta demostrar que quizá la persona culpable no se esconde en su clase sino en la sala de profesores. De ahí el título, claro.
La claustrofobia que procura un formato elegido que sacrifica las zonas con aire respirable, la tensión de la realización, la fatigante música de viento y la contundente y sensacional interpretación de Leonie Benesch alcanzan un resultado tan potente que ya quisieran la mayoría de los thrillers actuales. Los continuos conflictos de la trama solo se terminan con la aparición de uno nuevo y la única vez que la cámara abandona los fríos muros del instituto es para encerrarnos en un nuevo impacto narrativo.
No sabes a qué acogerte en Clase de profesores. No tienes muy claro a quién defender. No te dejan ser empático con casi ningún personaje. No encuentras ningún espacio para una justicia que se sienta justa. Y, como el cine que le gusta a Haneke, deja más preguntas que respuestas. Es de esas películas que duran mucho más que su metraje.
La candidata que me faltaba por ver a mejor película de habla no inglesa en los próximos Oscar es sensacional. Tiene a Glazer y Wenders como colegiales aventajados, pero a mí no me importaría que rascase estatuilla.
No Comment