(RUBY SPARKS ES GUAY) Ruby Sparks es una película guay. Es guay como el bostezo de un bebé, como una canción de Belle & Sebastian, como una Moleskine, como un teléfono antiguo de esos con ruedecita, como un muñeco de La guerra de las galaxias, como una cámara de fotos Polaroid o como Bill Murray. Ruby Sparks es un film de sonrisita, de cuidado envoltorio, de elaborados diálogos, de peculiares y bien tratados secundarios y de música que oiremos en futuros spots publicitarios. Los creadores de Pequeña Miss Sunshine lo han vuelto a hacer. No han hecho una obra maestra, pero han hecho una película guay.
El tándem matrimonial de directores, Jonathan Dayton y Valerie Faris, entraron ya con su primer trabajo en esa aristocracia de nuevos realizadores norteamericanos de corte indie-hipster-cultural. Un grupo en el que se encuentran Jason Reitman, Michel Gondry, Spike Jonze, Jared Hess, Sofia Coppola, Charlie Kaufman y Wes Anderson es mi pastor, nada me falta. En esta retahíla no están todos, pero sí los más fieles a su propio estilo y a sus fuentes. Todos ellos creativas y peculiares personalidades que hacen películas guays; en algunas ocasiones, muy guays.
En Ruby Sparks nos encontramos ante una historia metaficcionada donde un escritor, llamado Calvin Weir-Fields, se enamora del personaje femenino de la novela que está intentando escribir. Pretendiendo superar un bloqueo creativo, empieza a trazar unas líneas sobre una joven que se le aparece en sueños. Y lo que consigue es darle vida, tanto en el papel que sale de su antigua máquina de escribir como en su cocina. Ruby Sparks es real y hace todo lo que él escribe.
De este argumento sale una exposición directa pero llena de recovecos y dudas existenciales (nunca mejor dicho). La historia acaba derivando en un debate sobre la vida en pareja digna de proyectarse con Dos en la carretera en un vídeo-forum. El Show de Truman, y el no saber que eres una marioneta; La Rosa Púrpura del Cairo, y su búsqueda de una mejor situación personal, o cualquier película con el mito de Pigmalión como fondo, pueden encontrarse en esta película. Con lo cual no quiero decir que sea un refrito, sino que son gérmenes con los que la guionista —que por cierto es también la protagonista— ha hecho un producto fresquito, preciso y que se ve perfectamente.
La pareja protagonista está afinadamente complementada; no obstante, los dos protagonistas son, como los directores de la película, pareja también en la vida real. Él es Paul Dano, actor solvente y de escogidos papeles, y ella es Zoe Kazan, autora del texto y nieta del gran y polémico director Elia Kazan. Entre los personajes de reparto, genialmente encajados, se encuentran Steve Coogan, Annette Bening y Antonio Banderas. Que, por cierto, creo que es el papel que más me ha gustado de todos los que ha interpretado el actor malagueño.
A positivar que, a pesar de algunas trampitas y de haber alquilado la película claramente influenciado por Pequeña Miss Sunshine, yo la vi guay.
3 Comments
No la he visto pero, por los fotogramas, me estoy imaginando un spot de 100 minutos de BMW. Éstas son las pelis de las que chupan los creativos publicitarios para marcar tendencia. Y si no, al tiempo.
Esta película lo tenía todo para ponernos de acuerdo, pero no. Los personajes excéntricos y los diálogos ingeniosos están muy bien para adornar una historia, pero para mí lo que falla es esa historia, que yo vi más como una sucesión de gags bastante repetitivos (reescribiendo y reescribiendo a Ruby). Para mi gusto representa lo malo del cine «indie»: parece que basta con aplicar una fórmula pero en la fórmula hay que incluir una buena historia.
Por cierto, no citas ‘Más extraño que la ficción’, que tiene un punto de partida similar y me gustó mucho más (e influyó en algún que otro creativo chupóptero).
Me despido.
«Wes Anderson es mi pastor, nada me falta».
OK!!, si es como una canción de Belle & Sebastian…