La tercera película de Pau Durà, tras Formentera Lady y Toscana, no sitúa desde su título, ni en bares ni islas, debido a la desubicación de sus dos personajes principales. Son Colombo y Mario, una dupla recién formada por la comodidad y el provecho. Uno busca una grulla entrecomillada, pero tiene miedo a conducir. Otro busca dinero, y parece no tenerle miedo a nada más que a los finales felices. Así, la road movie nos lleva de Valencia al Mar Negro, atravesando humedales, metáforas y conflictos, redescubriendo interiores y fumando hierba.
Pájaros, se llama y se llaman. Un trayecto de acompañamiento que seguimos con una sonrisa y algún lamento. Una película honesta, poco ruidosa y noble, vocalizada por dos animales de la interpretación que la elevan hasta la filigrana: Luis Zahera y Javier Gutiérrez.
Nos interesa el camino, los hombres que lo transitan, los diálogos que proponen, las personas que se encuentran en los arcenes, los paisajes desenfocados y las lenguas que se hablan y no entendemos. Además, su final es precioso. ¿Qué más se puede querer?
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