Oso vicioso, con su horrendo y medroso título en la versión española, consiguió que, mucho antes de su estreno, nos informásemos de su origen real. Noticias desperdigadas por la red que a Elizabeth Banks la llevaron a rodarla y, por supuesto, a nosotros a verla. Por mucho que nos tachemos de alternativos, cinéfilos o busquemos la versión autoral de cualquier producto, a nadie le viene mal hacer descansar a su tálamo y pausar sus convenientes gustos para enfrentarse a un enorme plantígrado sobreestimulado, con las pupilas del tamaño de un disco de vinilo y la boca gesticulando como el Dragon Khan. Un oso enfarlopado cuya arritmia le lleva a desmembrar excursionistas. Eso sí, la vi en versión original porque, como se comenta en la cinefilia, de esa forma vemos el 100% de la actuación. Y el animal está estupendo, creedme.
Una película que ni crea adicción ni falsea sus intenciones. Casquería, narcotraficantes, una duración extraña en estos tiempos y poca seriedad, para conseguir una unidad inocua de entretenimiento pasajero. A ver qué se le ocurre a los de Asylum… que, seguro, ya estará en marcha su versión. Ale pues.
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