(ORÍGENES NO ES OTRA TIERRA) Mientras venía esta mañana hacia el trabajo y unas diez palomas revoloteaban en torno a mi persona haciéndome parecer un personaje de una película de John Woo, cavilaba sobre lo que los miembros del jurado del Festival de Sitges podrían haber visto en Orígenes para darle el premio a la mejor película. La primera obra de Mike Cahill encajó bastante en mi short list y me llevó a ir a ver su segunda propuesta con las ganas de que un producto indie de cierto nivel convirtiera mi hastiado lunes en algo más novedoso. Y, claro, las expectativas es lo que tienen. Lo que eran silencios en Otra tierra en Orígenes es diálogo amanerado. Lo que dejaba algo de interpretación para el espectador en Otra tierra es obviedad en Orígenes. Todas las sorpresas se nos adelantan en nuestra mente unos segundos antes de que ocurran y el debate propuesto ya nos lo resuelve el cineasta. Cerradito queda todo. Y si eres de los que, como yo, te quedas a ver los créditos hasta el final buscando de quién era esa canción que sonaba, podrás ver una última mini secuencia que resuelve la única duda que podía subsistir; y vaya forma de finalizar los Orígenes. Paradojas para qué os quiero.
«La ciencia no tiene nada de malo. Entre el aire acondicionado y el Papa prefiero el aire acondicionado» dice Woody Allen. La disputa creacionista frente al evolucionismo da para largo de largo. El personaje principal es Ian Gray, un doctor en biología molecular especializado en la evolución del ojo. Cabezón el científico, pretende demostrar la teoría darwinista y quitarle la razón a aquellos que se apuntan al “diseño inteligente” de un ente que nos mira desde arriba. El ojo se puede cambiar. Incluso el ojo se puede crear. Sin embargo, hay algo que científicamente cambia a cualquiera, y es una mujer con un buen par de pupilas. Ian se nos enamora de su polo opuesto: una joven modelo con un estilo de vida más mágico. El destino y la búsqueda de razones se nos enfrentan; y ya tenemos el gran conflicto. A partir de ahora solamente queda estirar del hilo. Espiritualidad y religión. Estudios y dogmatismos. Suerte e investigación. Ensayo y error. Pobreta frente a probeta. Sí, este último juego de palabras es muy rebuscado, pero hace acopio de lo que el guión nos presenta: una tragedia, un recién nacido, un viaje a la India, una boda exprés, muchos ojos y unas cuantas vicisitudes más.
Porque sí, tío. Hay algo en tu película señor Cahill que no me cuadra. Tanto rollito naif no me dejó profundizar. El metraje fluía, porque narrar sabes hacerlo, y muy bien. Algo digno de positivar es lo bien que cuentas la historia. Y si a eso le unimos que, de vez en cuando, utilizaste a Radiohead para enfatizar sensaciones, pues la verdad es que arrepentirme de verla obviamente no (y supongo que al jurado de Sitges le flipó). Es más, si miras Orígenes sin creértela tanto como tú, se puede llegar a pasar un buen rato. Poco más. Antes de entrar en la sala, estuve debatiéndome entre Dos tontos todavía más tontos e Interstellar y, no sé porqué, pero creo que vi un poco de cada. Vaya por Dios. Vaya por Darwing.
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