Documentar el proceso de creación de una obra rupturista, como fue el disco Omega, de forma académica, con una estructura lineal y con una narración convencional es, en el caso de la película de José Sánchez-Montes y Gervasio Iglesias, todo un acierto. Si se tiene la fortuna de disponer de un tema atrayente y de muchos de los actores que participaron del acontecimiento, lo mejor es ponerle orden y oficio a un guión honesto. Los fuegos artificiales en la no ficción, a veces, convierten el continente en una composición que canibaliza el contenido. En este caso, el documental nos enseña la ardua labor que supuso enfrentarse a los convencionalismos de los géneros enraizados y a la tradición sostenida para seguir sintiéndose artísticamente vivo. Y lo hace sin aspavientos, porque toda la insurrección la ponen Enrique Morente y Lagartija Nick.
Morente decidió unir su cante jondo a un grupo de punk rock para ponerle una sonoridad diversa a Leonard Cohen y por ende a Federico García Lorca, poeta que no deja ni ha dejado de influir y de fraguar toda clase de arreglos. Y lo que sí entendieron, y por lo que arriesgaron, la banda granadina y unos románticos productores y colaboradores, no fue comprendido ni compartido en su día. El filme ahonda y atestigua las dudas y las seguridades del proceso, entrevista a quienes lo vivieron e ilustra mediante imágenes inéditas de los ensayos, grabaciones y conciertos lo que, al final, fue uno de los hitos de la música española. El resultado es un documental revelador, divertido y emocionante.
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