(RAREZAS ISLANDESAS) Harto de que convirtieran el tablero en una extensión de la Guerra Fría, Bobby Fischer eligió Islandia como su última nacionalidad. Y ahí sí se puede desaparecer; en un país donde sólo el entusiasmo de sus volcanes, Björk y el ejemplo de la Revolución de las Cacerolas han destacado del hastío de su blanco panorama. Y ahí vive Noi, en un pequeño y aislado pueblo perdido de la isla situado en las faldas de una gran montaña nevada. Pero Noi es diferente. Noi es raro. Y no por su peculiar pigmentación mimetizada con el paisaje y su físico particular, sino por su lucha constante contra la desidia. Su indocilidad contrasta con el pasotismo del resto de personajes y su aislamiento voluntario en busca de evasiones mentales contrasta con el conformismo de sus compañeros de clase y el resto de gente de su edad (que son unas cuatro o cinco personas más en todo el aletargado municipio). Saltarse las normas es su única escapatoria: robar dinero de las máquinas tragaperras, beber cerveza, pelarse las clases, responder lo que la gente no está acostumbrada a oír y disparar contra el hielo son auténticas aventuras que te pueden hacer sentir diferente —raro para los demás— en un lugar donde todo va despacio y la repetición es la clave de la supervivencia.
Dagur Kári, es el director y guionista de esta rareza. Una película complicada de encontrar pero muy fácil de ver. La monotonía está dinámicamente retratada y las continuadas reiteraciones en los sucesos no cargan la narración. Un genial y entretenido film sobre el aburrimiento que no aburre, donde la música y los personajes encajan en la historia de forma admirable y donde las secuencias cómicas (surrealistas a ratos) se entrelazan con el costumbrismo en busca de un gran, inesperado y contundente the end.
Ya sé que no es nada extraño en el cine contar las tribulaciones de un adolescente inadaptado; es más, incluso existen tantos casos como para crear un género cinematográfico. Lo raro es contarlo bien y de forma interesante. Porque Noi el albino es una muy buena película, pero si la ubicamos dentro de ese género, que nos acabamos de inventar, del cine de adolescentes inadaptados es una obra maestra. Los inadaptados siempre se acaban adaptando o terminan enamorando a la capitana del equipo de animadoras o convirtiendo en superhéroes o asesinando a algún compañero de instituto o encauzados por un profesor molón o se dan cuenta de que ser skinhead no es el camino o “a pesar de todo voy a tener a mi hijo” o follándose una tarta de manzana o se reinsertan en la sociedad después de haber sido criados por lobos. Pero en este caso, en esta rareza llamada Noi el albino, simplemente los días pasan igual de blancos e inocuos, sin alteraciones ni conflictos, y los pequeños actos de rebeldía se convierten en más de lo mismo cuando los repites tres veces. Y sólo se puede esperar. Porque quizá ese cambio que buscamos no dependa de nosotros.
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