Como ya le sucedió a Coixet con su presumida serie Foodie Love, los instantes esnobistas no dejan ver —ni siquiera recordar— las contadas secuencias interesantes que planean atormentadas sobre Nieva en Benidorm. Estamos ante un ejercicio, más cercano a su “¿a qué huelen las nubes?” que a Mi vida sin mí, que narra con buen ritmo, pero con rumbo acomplejado, los neófitos acontecimientos de una jubilación forzosa y crepuscular. Aun así, si aquel spot se convirtió por su novedad en grito promocional y cotidiano, la última película de la prolífica cineasta catalana, se estrella, una y otra vez, debido a tanto giro argumental y a una composición que no tiene claro el género al que adscribirse.
Peter Riordan, un hombre gris, de rutina gris y firmamento gris, es obligado a retirarse de su trabajo en un banco. Un nuevo contexto para el que no estaba preparado y por el que decide ir a visitar a su hermano que vive en Benidorm. Una vez en la Costa Blanca empieza el thriller de buscar a su desaparecido hermano, el drama del amor desdeñado, el sainete de secundarios cómicos, salpicaduras de confabulación inmobiliaria, un carnicero impetuoso y Silvia Plath en el ambiente: excesivas vicisitudes desplegadas, cientos de sentencias de azucarillo y un actor que divaga y que, además, tiene acidez. A positivar el inglés de Carmen Machi y un inicio que hacia augurar un final menos divergente.
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