Una profesora actualizada y transformadora y el ser huérfanas les permitió a las cinco hermanas crecer algo más libres. Un noble e inocente baño en el Mar Negro, vestidas totalmente, celebrando el fin de curso y subidos a los hombros de sus compañeros de clase sirve como estampida de un compromiso que, en esa familia, estaba latente. Los rumores de inmoralidad provocarán que estos caballos sin dueño, a los que alude el título del filme, empiecen a ser encerrados. Cinco enormemente vitales mujercitas deben prepararse para la vida concertada y marital. Deben ser obedientes. Deben servir el té. Deben ser madres. Deben. La música del gran Warren Ellis es la parte masculina de Mustang —junto a un personaje de nombre Yasín—, el resto es todo para ellas.
El espectacular casting de Deniz Gamze Ergüven, con cinco intérpretes que desbordan pasión y actitud ante la cámara, es la parte más positiva de la película. Algunas incoherencias y diálogos excedidos se hacen minúsculos ante los trotes del importante elenco. La denuncia de una sociedad patriarcal, puede que de forma algo cándida sin plantear ninguna duda al espectador, es evidente desde la apertura. Eso sí, bellos momentos como los del partido de futbol al que sólo dejaron acudir a mujeres y niños nos sitúan en un problema que ya no es del país, sino de la herencia reminiscente de sus rincones. Aquel partido de fútbol fue real: debido a la alta violencia de la hinchada del Fenerbahçe durante un encuentro, la federación de futbol turca decidió que los siguientes partidos se jugaran sin público. Más tarde rectificó y le dijo al club que podía dejar entrar solamente a mujeres y niños menores de 12 años. El estadio se llenó. La hinchada aplaudió a los dos equipos que se enfrentaban. Los jugadores respondieron tirando flores a la grada.
El partido fue una simple catarsis fruto de una evasión literal y figurada. Mientras las rejas suben, los casamientos se concretan y los viejos lastres de una religión que no avanza se suceden, hay una ciudad que es la luz al final del túnel: Estambul. Una luz que mientras no llegue, nos la producen Lale, Nur, Selma, Ece y Sonay.
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