Ese inquietante sentimiento, estremecimiento a ratos, que te hace especular sobre tu propia sustancia; sobre lo que creías que eran inquietudes consumadas y no eran más que espejismos aceptados por tu entorno. Pareces feliz, pareces un tío guay, parece que lo tienes todo y que todos te quieren, parece que ya tienes una edad y que éste va a ser tu estado natural en estado de piloto automático to the end. Pero no. Disimulas una necesidad de cambio constante. Ha llegado el momento de dar el salto; aunque quizá sea para atrás. Ha llegado el momento de una nueva aventura. En esas estaba cuando pensé: “deja de pensar en que quieres dejar tu trabajo y vete al cine que hoy es más barato”. ¿Y qué veo? Pues la última de Noah Baumbach está ahora en cartel. Quizá tenga un mensaje para ti. Solamente dura 85 minutos y tiene buenas críticas. Y hacia ello me encaminé. Os dejo la canción central de Mistress America, Souvenir de OMD, y sigo con la crítica. O mejor, empiezo con la crítica; que estas primeras líneas no sé si hablaban de Brooke (personaje vertebrador del filme interpretado por una elocuente Greta Gerwig) o de mí. Dadle al play y meteros en contexto.
Tracy es una solitaria estudiante, con vocación de escritora, que vive su primer año de Universidad en la inquieta ciudad de Nueva York. Sin embargo, esos tiempos de locura y encanto académico que esperaba no están ocurriendo. Su existencia en el campus es bastante anodina y poco destacable. Pero todo cambia cuando decide contactar con la que pronto se convertirá en su hermanastra: una portadora de libertad vital que le hará ver las cosas de otra forma y que se convertirá en una especie de guía y, además, musa involuntaria.
El realizador, que ya nos hablaba de los supuestos límites de la juventud y del mal llamado síndrome de Peter Pan en Frances Ha, sigue en La Gran Manzana aportando sus ágiles diálogos —en colaboración con la, además de protagonista, coguionista de la cinta Greta Gerwig— para evolucionar, con una gran agilidad narrativa, hacia tantos temas como el espectador quiera acarrear. Mitad amistad, mitad papel de hermana mayor, la relación entre Tracy y Brooke se desenvuelve entre dos formas de ser tan distantes como atrayentes: entre lo caótico y lo lúcido, entre la tranquilidad y la excentricidad, entre la educación y el autodidactismo, entre un loft con baño compartido en el pasillo y una habitación en el campus (curiosamente dos escenarios más parejos de lo que aparentan). Un vínculo de iniciación entre dos mundos diferentes que sirve para descubrir las carencias propias.
Mistress America tiene un giro claro, pero nada abusado, en el momento en el que Brooke se encuentra a una excompañera de instituto y ésta, previo recuerdo de lo mal que se lo hizo pasar, le desea todas las penalidades posibles. Todo empieza a cambiar y todo se queda igual. Su deseo de abrir un restaurante, su relación con un acaudalado caballero y su bonito apartamento cerca de Times Square se vienen abajo. Brooke se da cuenta de que nunca termina nada. “Brooke hacía de todo y nada a la vez”, escribe Tracy en su nuevo relato de nombre Mistress America.
¿Qué pasará con Brooke? ¿Dará un giro a su vida? ¿Cambiará de dirección postal y profesional? ¿Y con Tracy? ¿Y conmigo? Para conocer las respuestas hay que ir al cine. Siempre.
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Sin ánimo de negativizar, ‘Mistress America’ no me gustó mucho. Tuve el mismo problema que con ‘Frances Ha’ (no soportar a la protagonista) pero mientras que de aquélla sí salvaría la historia, en este caso no. Me pareció todo bastante caótico, como si todo fuera una improvisación alrededor de Greta Gerwig. De lo último de Noah Baumbach me gustó mucho más ‘Mientras seamos jóvenes’, donde los protagonistas también están desorientados, pero la historia no.