(BOYHOOD) Lo que empezó como un “acto de fe” para el director, acabó convirtiéndose en una película monumental sobre el paso del tiempo. Una veracidad ficcionada, rodada durante doce años, que para A Positivar es la favorita, junto a Birdman, para los premios Oscar. Cientos de películas narran la vida de alguien a través de los años, pero sólo una los coexiste y los muestra de una forma tan auténtica, sin artificios y tan poco prepotente: Boyhood. Ya nos tenía acostumbrados —y muy bien— el señor Linklater a sus experimentos cinematográficos y a sus juegos temporales entre films, pero esta vez se ha salido de los cánones, de lo lógico y del maquillaje que envejece o rejuvenece. Una película así merece ser conocida y reconocida. Entre tantas nominadas, este año, cimentadas en historias verdaderas, ésta es la que me ha parecido más real, qué cosas.
(AMERICAN SNIPER) ¡USA! ¡USA! ¡USA! Cine patriótico que toca un tema que aún colea (y lo que, por desgracia, nos queda). El relato de un francotirador que protegió las vidas de muchos marines encaramado con su rifle a las azoteas iraquíes, cual “el que está en las alturas”, se asegura una enorme taquilla en su país de producción: Dios, patria y familia. Además, si les das una historia basada en hechos reales, ya tenemos el orgullo de pertenencia. Para mí, que ni orgullo ni pertenencia, el resultado me queda alargado y plano. Eso sí, a Eastwood lo que es de Eastwood: las escenas bélicas están realizadas con un gran oficio, faltaría Clint. Y el actor Bradley Cooper vuelve a estar nominado, y van tres seguidas; aunque creo que a la tercera no va a ir la vencida.
(EL GRAN HOTEL BUDAPEST) Wes Anderson se ha ganado su derecho al premio gordo. Su extremada perfección formal puede hacerle valedor al Oscar al mejor director, Linklater mediante. El único problema que logro verle a El gran hotel Budapest, y que ya comenté en la crítica en el momento de su estreno, es que “su excesiva fuerza visual canibaliza el contenido”. Un problema que visto de lejos es más importante de lo que parece, puesto que tengo que hacer grandes esfuerzos para acordarme de la sinopsis de la película. Aún así, esperemos que alguna estatuilla le caiga al rey de los planos centrados; al genial maquetador de fábulas.
(THE IMITATION GAME) El papelón de Benedict Cumberbatch es lo más sobresaliente de The imitation game. Un film con partes de cine de escuela, pero que parece que quiere contar demasiado. Flashbacks y flasforwards constantes te van sacando de lo que, para mí, es la parte más interesante: descifrar el código de los nazis. A varios días vista, hay un batiburrillo de narraciones en mi mente que no le deja opciones. No obstante, el nórdico director de Headhunters ha entrado con buen pie en el cine más masivo. Reseñar la fotografía —casi nominada— del español Óscar Faura.
(LA TEORÍA DEL TODO) La típica película que canta a nominación desde que te cuentan el argumento. Lo tiene todo: drama biográfico, enfermedad degenerativa, escenarios universitarios, grandes secundarios y música de orquesta que pega subidón en los momentos clave. Eddie Redmayne ya se ha adjudicado el Globo de Oro al mejor actor de drama y Johann Johansson el de mejor banda sonora. El guión suena a ya visto. Nada nuevo en Cambridge. La película es elegante y se ve, más o menos, bien. Los dos actores principales están perfectos. El problema es que entendí todo demasiado bien para hablar de Stephen Hawking: un físico teórico, astrofísico, cosmólogo y divulgador científico.
(WHIPLASH) Profesor de música, talentoso pero frustrado, decide pagar todos sus infortunios con los alumnos del conservatorio donde instruye. Su fama le precede y es quizá eso lo que hace que muchos aspirantes a músicos le admiren y deseen enfrentarse a sus marciales clases magistrales. Pero claro, un sargento Hartman, por muy melódico que sea, siempre deja secuelas en sus soldados. En Whiplash nos cuentan la típica dicotomía entre duro profesor y obsesivo alumno, de una forma potente y novedosa y sin prácticamente cabida para crónicas paralelas, ovaciones grandilocuentes o conciertos fin de curso. Hablamos de música, y eso es lo único que importa desde el solo de batería del principio hasta el grandioso final: una conclusión que nos deja el debate de si el genio nace o lo hacen.
(BIRDMAN) Hollywood se autoflagela de la mano de un asimilado. Puede ser que hiciera falta que alguien venido de fuera, como Wilder con el El crepúsculo de los dioses, presentara una nueva Norma Desmond personalizada en Michael Keaton. El actor con el que últimamente nadie contaba para cosas serias, se desliza en un falso y espectacular plano secuencia acechando gigantes donde sólo hay molinos; y al revés. Un personaje que fue alguien, y ahora tiene que producirse su propia obra para intentar demostrar que es algo más que un hombre que se enfundó un traje de superhéroe muchos años atrás. Una magnífica caricatura con incontables lecturas que no deja títere con cabeza —otra expresión de origen quijotesco— y que habla de frente a la fama, la crítica, la interpretación, la verdad, la familia, las redes sociales y así hasta que uno quiera parar. Puede que Iñarritu se recree demasiado en su parte final, pero está claro que estamos ante una obra mayúscula que me deja un debate: ¿Ganará Birdman o Boyhood? No sé. Hemos venido a jugar. Me quedo con la B.
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