Un anciano pretende descansar en sus orígenes. Una caravana cruza el Atlas marroquí para llevarle allí donde quiere ser enterrado. El anciano muere antes de terminar su camino. Sólo dos vividores, de fe exigua y con ganas de agenciarse parte del dinero que el anciano proveía a la expedición, continúan el viaje para inhumar al viejo sabio en Sijilmasa. La palabra clave de toda esta sinopsis telegrafiada es “camino”. Caminos inciertos, alegóricos y reales, con ladrones y asesinos en la angostura, y con la exigencia de encontrar un destino lo antes posible. Y mientras, los preceptores religiosos viajan en taxi en busca de una nueva misión.
Si soportas su inquietante inicio, de historias paralelas y temporalidad incierta, te adentrarás en una película hipnótica de picaresca y aventuras con toques western. Los desbocados paisajes y lo incierto del camino –otra vez– son el contexto de un aprendizaje que afectará a todos los personajes vivos de Mimosas; porque el viejo sabio sigue enseñando después de muerto.
Al final que cada uno saque sus propias conclusiones. Lo que es seguro es que a Oliver Laxe, director del filme, hay que tenerlo en cuenta. Es otro cine español. Del bueno.
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