Madre se descubre con el multipremiado corto como primera secuencia. 20 vitales minutos en los que una llamada —de un niño de seis años a su madre— consigue que el espectador no pestañee preguntándose qué está pasando, por qué su hijo está perdido en una playa francesa y por qué el padre le ha dejado solo. Una pieza que funcionaba perfectamente como un todo, aun dejándonos resquicios argumentales a completar; sobre todo en su final. La madre se marcha de casa en busca de su hijo y la cámara, con un macguffin espontáneo, se centra en el cargador del móvil caído en el rellano. Cambio de plano. Playa francesa. Empieza Madre, el desenlace.
Es interesante, y muy valiente, que Sorogoyen no haya contestado a las preguntas que surgen de ese intenso prólogo. El qué y el cómo se diluyen, para abandonar el thriller, y el director decide centrarse en las consecuencias de la pérdida. En una época de proyecciones marcadas por un estudio de mercado, donde el público dirige el discurso, es de agradecer películas como esta. Y no solo porque Madre incomode desde la posición elegida para consumarse, sino por la moral y el comportamiento de los personajes principales. Una ambivalencia, y eje argumental, en la que no debemos juzgar a los protagonistas o a los autores del guion, sino a nosotros mismos.
Han pasado 10 años desde la desaparición de Iván. Su madre Elena vive ahora en la playa donde ocurrió el terrible suceso. Trabaja en un turístico restaurante y pasea por la arena en busca de respuestas que llenen su vacío. La aparición de un adolescente, de la edad y el semblante que podría tener su hijo, cambian su gesto y el hecho se transforma en un giro narrativo insolente para el círculo de actantes y para el espectador acomodado. El visionado puede que no sea fácil, el resultado puede entenderse insólito; sin embargo, para el que suscribe, Madre fue tremendamente satisfactoria. Y más cuando —y ahí no hay debate posible— el trabajo de Marta Nieto es tan portentoso, Àlex Brendemühl nos apoya con su desconcierto y la escena del encuentro de Elena con el padre de su hijo desaparecido se convierte en una de las mejores secuencias del cine español reciente. Y nada, pues eso.
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