Ya desde su pórtico de entrada, Los que se quedan se acoge a un pasado fílmico y estético mediante el logo de la productora, como si fuéramos a enfrentarnos a American Graffiti o a Desmadre a la americana. Y aunque hay cierto parecido en la mocedad reflejada en su interior, las intenciones son mucho más pausadas, dialogadas con menos impulso y más reflexión y con un tono más tragicómico en su derivación. Hay drama y mucha comedia; aunque pocas risas.
La última película de Alexander Payne es profunda, cordial y desamparada, como lo fueron Nebraska y Entre copas, y, como aquellas, se sitúa entre las grandes obras de su autor. Los tres mejores trabajos para quien se pone pedante con estas líneas.
Los que se quedan son el profesor Paul Hunham, el alumno Angus Tully y la cocinera Mary Lamb. Voluntades solitarias, sin afines a los que acercarse y con la tristeza en su interior; tragedia en uno de los casos. Se trata de tres personajes, unidos por la estrella y la Navidad, imperfectos y con toques antipáticos que atraen por su autenticidad, por sus valores y por sus ansias de volver al pasado; como la película.
Vayan a ver Los que se quedan. Es una de las grandes propuestas de la cartelera. Paul Giamatti está tremendo en el papel de profesor. El texto es para estudiarlo. Y la banda sonora es extraordinaria. No sé. Igual es cosa mía. Pero como dicen en la película: “El mundo es decadencia. La vida es percepción”. Así que hagan lo que les apetezca.
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