(CHICOS ALMODÓVAR) Hasta Sabina quiere ser una chica Almodóvar, como la Maura, como Victoria Abril. Y es que a la hora de dirigir mujeres, el director manchego es un auténtico maestro. Rossy de Palma, Chus Lampreave, Bibí Andersen, María Barranco, Penélope Cruz, Loles León, Marisa Paredes, Cecilia Roth, Antonia San Juan y todo el elenco femenino que ha vivido nervios, desamores, fantasmas y secretos dentro del personal metraje de Pedro Almodóvar han terminado convirtiéndose en iconos de su cine. Si hablamos de Todo sobre mi madre, Volver o Mujeres al borde de un ataque de nervios, todas ellas excelentes películas suscritas al difícil género del melodrama, estamos hablando del éxito de sus intérpretes femeninas. Ya es diferente cuando hablamos de ellos. Los Bandera, Bosé, Arias y .alguno más, han sido, a veces, adjetivados como almodovarianos. Pero en mi humilde opinión, es con Los amantes pasajeros donde han nacido los auténticos chicos Almodóvar; se llaman Carlos Areces, Javier Cámara y Raúl Arévalo. Eso ya es algo a positivar.
Los amantes pasajeros es una película colorista a lo Ágatha Ruiz, pero cuyas críticas se fraccionan, sin término medio, entre el blanco o el negro. Las metáforas de la crisis son aceptadas desde puntos de vista intelectuales, hipermetafóricos y prácticamente cifrados. O desde el documental directo y sin fisuras. O desde aquellas películas que te hacen salir del cine blasfemando contra el poder y clamando “¡hijos de puta dónde nos habéis metido!”. Almodóvar siempre ha sido diferente y, obviamente, su visión de la realidad vigente no iban a ser barcos que se hunden o enormes sociedades sin escrúpulos; su enfoque iba a ser su enfoque: una clase turista drogada para que no vea lo que está ocurriendo y una primera clase donde actores de culebrón, videntes, banqueros usureros, asesinos a sueldo, madames y jóvenes que parecen sacados de Gandia Shore se despliegan a sus anchas y sin esconder su afán. Todo eso, aderezado con la pluma de altos vuelos que nos proponen los azafatos y pilotos de un avión con destino a dar vueltas y vueltas en busca de un aeropuerto vacío. Premisa lógica a todas luces la de su argumento, es en su guión donde el avión parece en ocasiones un barco que se hunde; pero mira, ahí está la metáfora involuntaria. No es una película para mi estantería, ni siquiera creo que merezca la pena ser descargada (¡oye que te estás contradiciendo!). Pero si estás un domingo con dominguitis frente al televisor y ves al Deseo S.A. presentándola, es una alternativa, a ratos muy divertida, a la ociosidad y a la continuada merienda dominical.
Habiendo leído la cruel crítica de Boyero, habiendo escuchado la opinión de bastantes amigos y conocidos y habiendo visto el trailer y la objetiva opinión de Días de cine, a mí no me engañó nadie. Además, el mismo Pedro Almodóvar la comparó con una mezcla de Aterriza como puedas y La jaula de las locas, ahí queda dicho. Y si a todo esto le unimos que la vi en un cine de reestreno y que redescubrí a un trío de actores en estado de gracia, pues no me dolió pagar la entrada.
Dicho esto, y sabedor de que Almodóvar hace siempre el cine que le sale del coño, yo también he dejado mi subjetiva impronta para que, ahora, el que quiera se suba al avión de Aerolíneas Península. Abstenerse banqueros, políticos y homófobos; amén de todo aquel que siga esperando una película de arte y ensayo. Que empiece la lapidación.
No Comment