La vuelta al cole —y al cine— de A positivar coincide con una enorme sorpresa. La debutante Pilar Palomero se apoya en la misma productora que Carla Simón y su Estiu 1993 para moverse un año atrás y contarnos la pérdida de la vergüenza de Celia. Sin embargo, fuera de comparaciones y de los ojos de Ana Torrent, la directora de Zaragoza ha realizado un película sensacional en su cadencia, narrativa, dirección de arte e intenciones. Y, ante todo, nos ha exteriorizado un filme único. Todo el mundo es diseñador gráfico, seleccionador nacional de fútbol y director de cine. Aun así, nadie puede ponerle un pero a Las niñas.
Las niñas cuenta la historia de un grupo de compañeras de un colegio de monjas en el año, nada casual, de 1992. Una obra que tenía claro su principio (genial principio) y su final (magistral final) y que, en el medio, nos sitúa ante el detalle de la infancia reveladora y femenina, de la necesidad de respuestas y del encuentro con tu propia voz. Detalles tan pueriles que necesitan de una mente increíblemente madura para expresarse en imágenes, pocos diálogos nada grandilocuentes y, a lo que vamos, una mirada que lo dice todo.
Pilar Palomero encontró, en casa de sus padres, un libro de religión de sexto de EGB (no tengo claro cuál es el cambio a euros) que contenía una redacción que ella misma escribió. Ahí nacieron Las niñas. Una película disfrutable y necesaria para cualquier generación, pero que se ampliará si has tenido la suerte y la desgracia de vivir el Canal Plus codificado, la Expo de Sevilla, las Olimpiadas de Barcelona y Hola Raffaella. Todo el mundo ha tenido su propio coming-of-age, quizá esta película te recuerde donde estuvo el tuyo.
A positivar a todo el increíble elenco femenino de Las niñas; destacando a la debutante Andrea Fandós, en la que reincide gran parte del peso dramático. El que ya no está tan bien es un cura que fuma dentro de confesionario.
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