Si tus amistades son indiscutibles, honestas y francas —de esas que te conocen cómo eres y no les importa, de esas que se cuentan con los dedos de la mano y, aun así, te sobran para jugar a las canicas— es emocionante cuando te cuentan sus impaciencias, sus pasiones, sus padecimientos, sus alegrías o, simplemente, sus anécdotas más nimias. Pues eso es Las chicas están bien. Una película de las que hay que acompañar, de las de ser cómplice con lo atendido y, sobre todo, es una película de las de no juzgar. Y, por lo tanto, no debe hacerse crítica común ni dietario de lo acontecido en su metraje. Simplemente contárselo (y recomendárselo) a las buenas amistades. Esas que son indiscutibles, honestas y francas.
Itsaso Arana, una actriz ilusa y fundadora de la Tristura (¡Qué bonito es El Sur de Europa!), ha demostrado, a la primera, que sí. Que se puede. Y aunque las hechuras vomitan referentes, su lenguaje es también único y queremos seguir escuchándolo. En Las chicas están bien, título que nos lleva a Lisa Chodolenko, pero sólo por su afinidad gramática y sonora, cuatro actrices y una escritora ensayan una obra de teatro en un antiguo molino, lejos de todo. Una breve sinopsis que ya es el detonante y la ruptura del equilibrio. El conflicto está en la primera secuencia, mientras esperan a que alguien les abra la cancela del caserón. A partir de ahí, las veremos buscar el tono de su obra y, de paso, el de sus vidas. Cada una con su propio trance, que es y será el de toda la humanidad. Pues hablan de la existencia en su totalidad (ya no parece tan pequeño el ejercicio ¿verdad?): de amores para siempre y de los de para un rato, de ser madre y de ser hija, del arte, de las diferencias generacionales, de la interpretación, de la muerte y, claro, de la vida. Unos parlamentos sinceros y eficaces. Un texto que se adapta a cada rato a su propia necesidad; a la de sus personajes y a la de sus personas. Ya lo dijo la pequeña Ana Torrent durante el rodaje de El espíritu de la colmena: “¿Por qué de repente os cambiáis los nombres?”. No entendía que, a la hora de ponerse frente a las cámaras, ellas y ellos tuvieran nombres diferentes. E Itsaso tampoco lo entiende.
Posdata: el audio que manda Irene Escolar es para ponérselo en bucle.
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