Lanthimos ha dirigido una película donde, como siempre en su cine, no empatizas con ningún personaje. Mientras pasaban los minutos y veía las manipulaciones y humillaciones, los ninguneos y las estrategias de descrédito me pareció estar en mi empresa: pequeño reino corporativo donde trepar es algo más que un entretenimiento. Eso sí, magnificado y extrapolado a la soberanía de Gran Bretaña, vestidos de época y con poca luz en las estancias.
Ni el guión ni el director de fotografía vienen acreditados por los habituales del cineasta griego, pero sí lo son sus grafías y su forma de acomodar el discurso a unas inquietudes marca de la casa y de incomodar al respetable. Es lo que tiene el revoltoso de Yorgos, que las miserias humanas le ponen cachondo y utiliza todos los medios a su alcance —que cada vez tiene más— para estamparlas en la gran pantalla, deformando el encuadre y ampliando la situación. De a ratos, en La favorita, te parece estar mirando por la mirilla de un burdel o de un teatro burlesque victoriano.
Lo de las tres actrices merece un párrafo aparte. Hay una reina, necesitada de consuelo, afecto y afirmación, interpretada por la (hasta ahora) desconocida e asombrosa Olivia Colman. Rachel Weisz es su sincera e influente consejera y “amiga”. Y el triunvirato se cierra con la recién llegada a la corte y ex noble Emma Stone; que viene a bregar con quien haga falta para escalar socialmente: desde la servidumbre hasta convertirse en la protegida de la reina, por ejemplo. Y, otra vez, se me viene mi empresa a la cabeza.
No sé si, después de la arenga, ha quedado claro si me gusta. La película sí. Bastante.
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