La chica del brazalete. Distancia y reflejo. Su apertura, con un plano secuencia desafectado, nos avanza que lo que viene a continuación estará alejado de toda pornografía descriptiva; por más asesinatos y vídeos sexuales citen en su engañoso tráiler. Stéphane Demoustier ha optado por desnudar su pulido guion para dejar en pantalla un trabajo sólido: sin música, sin afectaciones y sin figuración enfocada. Ha tomado una distancia necesaria para transformar lo que hubiera sido un simple drama judicial en una composición compleja que deja más preguntas que respuestas. Distancia.
Un cristal separa a la acusada de haber matado a su mejor amiga del resto de los asistentes al juicio; incluso del espectador del filme. Y es el cristal, omnipresente en la sala, en la vivienda familiar y en el coche del padre, el que muestra la realidad reflejada y encubierta que hay que componer. No se trata de conocer un veredicto, sino de vivir el proceso junto a los padres de la imperturbable protagonista. Ahí reside lo interesante de La chica del brazalete. Reflejo.
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