Resulta un tanto extraño que, en tiempos de algoritmos que perfilan catálogos para plataformas, a Inmune (Adam Mason, 2020) se la acuse de oportunista. Adelantarse a todos es parte del carácter comercial del cine comercial estadounidense. Creo recordar que, antes de que atrapasen al segundo terrorista del atentado de la maratón de Boston, ya estaban escribiendo el guion a esperas de que la realidad les diera el tercer acto. Es lo que hay. El público manda y el ejercicio es más publicitario que artístico. Sin embargo, el problema de Inmune no es el oportunismo, sino las prisas. El problema es que a una introducción con posibilidades se le añade una hora de incongruencias mal planificadas que hacen que te hagas demasiadas preguntas. El contexto de epidemia lo tenemos más que asumido y el espectador no necesita tanta información desconectada y tantas tramas acogidas al thriller pandémico.
Covid 23 en el año 2024, historia de amor vía móvil, paisajes desolados con un humo extraño, belicismo, corrupción y cámara nerviosa es demasiada demanda. Las desigualdades sociales y el acceso de los más pastosos a ciertos privilegios hubieran sido un buen hilo del que estirar. Pero lo dicho: las prisas.
A positivar la cadencia sin fracturas y que sale Peter Stormare.
No Comment