Dijo Spike Lee, en la puesta de largo de su última película en Cannes, que estaba plenamente convencido de que BlacKkKlansman —título original del film— está del lado bueno de la historia. Y nadie en su sano juicio puede debatir que el racismo debía, desde hace miles de años, estar demodé. Sin embargo el supremacismo inculto siempre ha estado ahí; y, en los últimos tiempos, espoleados por el presidente de las torres doradas y el Twitter, parece que la cosa se está yendo de madre. Ahí encontramos, una vez más, el trasfondo y la perpetua y loable lucha de un cineasta por defender unos valores y una agresión contra las minorías. Y aquí dejo un apunte: esto último no sirve para calificar una película; aunque sí para positivarla.
Infiltrado en el KKKlan —título en España del film— sigue las premisas de su cine, sobre todo el de su primera época; esta vez escudado en un pseudo thriller, autobiográfico, con toques de comedia negra y un drama latente en sus costuras. Vamos, que solo falta el género musical. La historia de un policía negro infiltrado en el Ku Klux Klan, con ayuda de su compañero blanco y judío, fluye perfectamente gracias a unos ingeniosos diálogos y a que nunca pone en riesgo al espectador ni a sus zona de confort. Y en esto último está la pega: no deja debates, apuesta por la violencia armoniosa y el apartado comercial supera con creces al reflexivo. Los personajes secundarios están, además, excesivamente caricaturizados. El protagonista fue el primer agente negro de una comisaría de un área racista y llena de conflictos y, ese apartado, queda desdibujado y personalizada la desavenencia en un solo policía. Le falta profundidad al libreto; pero no cadencia.
Las censuras específicas al primer cine de Hollywood (aparecen secuencias de Lo que el viento se llevó y de El nacimiento de una nación) y, sobre todo, secuencias reales de los últimos acontecimientos racistas estadounidenses salpican el argumento sacándonos, por instantes, de la acidez narrativa y dejando claro que lo que vemos en pantalla no es cosa de risa ni es cosa del pasado.
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