Marla Grayson se vale de las oquedades del sistema judicial y médico estadounidense para ejercer de tutora legal de ancianos desvalidos. Una loba —como ella misma se define— siempre al acecho de corderos a los que pueda quitarles la piel en vida para dejarles desangrarse en una fría residencia. Sin escrúpulos y, por supuesto, sin ningún tipo de culpabilidad ve, día a día, desarrollarse su lucrativo negocio hasta que su inagotable mezquindad se da de bruces con una ancianita emparentada con un mafioso ruso.
En I care a lot se puede apreciar lo que están disfrutando todas las actrices y actores del elenco. Amplifican sus papeles, apostando a veces por el exceso, a pesar de que el señor Blakeson, director y guionista de la cinta, se las ha apañado para que no aparezca un solo personaje que nos caiga bien en todo el agitado metraje. Es interesante, eso sí, apreciar las dos vertientes del crimen organizado: el poder público, liberal y sinuoso del estado y la mafia privada se trasponen constantemente condenadas a entenderse.
En definitiva, I care a lot defiende una trama que se lanza interesante e interesada, pero que va perdiendo fuelle en su reiteración de la maldad y en el artificioso empoderamiento femenino que tan pronto se vuelve caricatura. Flaco favor. Si no se busca el recado sino el divertimento, quizá haya algo que extraer de I care a lot.
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