(IRA Y HAMBRE) Para ver cierta clase de cine, necesito una preparación previa. Las películas extensas quedan relegadas a momentos sobremesinos o a sesiones en salas donde no hay vía de escape. Tengo la manía de mirar siempre la duración antes de alquilar o ver una película y, si ésta dura entre 75 y 90 minutos, gana muchos puntos para ser la elegida. El cine que utiliza la época victoriana para desarrollarse me provoca un rechazo que nunca he entendido demasiado bien. Sé que hay estupendas películas basadas en novelas de Jane Austen y que Sherlock Holmes y Sweeney Todd eligieron esta época para investigar y rebanar gaznates, pero es uno de esos prejuicios (sin orgullo) que no puedo evitar. Lo mismo me pasa con ciertos directores que me gustan tanto como me incomodan, llamémosles Antonionis o Malicks, con los cuales debo entrar prevenido; al igual que con el cine excesivamente experimental. Y después están las películas que presupones duras por otros productos de su realizador o por comentarios de gente afín. Films de carácter insensible en sus imágenes y recreado en su forma de plasmarlas; películas crudas que hacen que, en gran parte de su metraje, entrecierres los ojos. Películas, difíciles de ver y digerir, que te dejan poso. Haneke es uno de ellos; todo un maestro y uno de los mejores directores de la actualidad, pero que necesito estar tranquilo y dispuesto para visionar su obra. De Hunger había leído cosas sobre paredes repletas de deposiciones, violencia física sin confort, actores que perdieron quince kilos para aportar credibilidad y planos secuencia extensos y poco reconfortantes. De Hunger sabía que era la primera película del director de Shame; un director de formas experimentales que procedía de un mundo tan personal como el del videoarte. Pero estaba predispuesto, preparado, con ganas y, además, la película duraba 90 minutos. El tiempo que tardé en comprobar que estaba ante una película impactante y sobresaliente.
Contexto: Allá por el año 1976, los presos del IRA y del INLA (Ejército Irlandés de Liberación Nacional) recluidos en la prisión de Maze (Irlanda) se negaron a vestir los uniformes de presidiarios al considerarse presos políticos y permanecieron desnudos o vestidos únicamente con mantas. Varios años más tarde, debido a que varios presos fueron atacados cuando iban a vaciar sus orinales, pasaron de la llamada Protesta de la manta a la llamada Protesta Sucia, por la que se negaban a lavarse y untaban las paredes de las celdas con sus excrementos. En Hunger, película dirigida y co-guionizada por Steve McQueen, se nos narran los últimos meses de la Protesta Sucia. Un periodo tenso y violento, tanto dentro como fuera de las cárceles, que culminó en una masiva y conocida huelga de hambre.
Acto primero: La película está organizada en tres actos brutalmente delimitados. Tres episodios estructurados en torno a la vida en prisión, el debate y la muerte. La primera parte, de exiguo diálogo, nos cuenta la existencia en la prisión de Maze en plena Protesta Sucia. Unos contundentes cuarenta minutos, espectacularmente crudos, donde la película avanza hacia el encuentro del protagonista. Un personaje que aparece finalizando este primer acto: Bobby Sands, el líder de los presos y cabeza visible de la huelga de hambre. El punto de vista va cambiando de forma discontinua y modélicamente de un personaje a otro; de un preso a otro, de un funcionario a otro. La violencia física, el escatológico modo de vida en prisión y el miedo y la desconfianza constantes fluyen en un destacado y contundente ejercicio de lenguaje cinematográfico nada gratuito.
Acto segundo: Después de esta entrada repleta de espectros y dinamismo llega el segundo acto. Un acto de 22 minutos de diálogo, de los cuales 17 son en plano secuencia fijo sobre las dos partes del debate: Bobby Sands y un sacerdote que rivalizan dialécticamente sobre la moralidad de una muerte masiva y voluntaria que busca conseguir unos propósitos. Un diálogo perfectamente construido que acaba, después de esos primeros diecisiete minutos, en un final irreconciliable y comprensivo en plano contra plano.
Acto tercero: Tras otro plano secuencia, donde un funcionario de la prisión limpia un pasillo del orín que los presos tiran por debajo de las puertas, la imagen y las sensaciones se apaciguan y se higienizan para enseñarnos sin palabras la demacración física de Sands.
El papel protagonista de Hunger está interpretado magistralmente por Michael Fassbender. El actor fetiche de Steve McQueen hace un trabajo vocal y físicamente imponente, y se convierte, a partir del segundo acto, en el centro de toda la narración. Pero lo que quedó claro es que el director acababa de realizar una ópera prima excelente y nada palomitera que no buscaba colas en los cines, sino enseñar su forma de hacer las cosas y de desnudar las historias. Con Shame ha corroborado que su cine no es digestivo sino devastador y claustrofóbico; un cine para el que hay que estar preparado, tanto para aceptar nuevas propuestas formales como para digerir la contundencia de su discurso. Cine arriesgado que consigue encantar a unos y cabrear a otros. Entiendo que no guste a todo el mundo. De la mierda, orines, llagas, heridas sangrantes, vómitos y un diálogo sin cortes de más de 20 minutos puede que no todos extraigan poesía o buen cine. Es más, las distribuidoras españolas lo creyeron así, porque está película nunca llego a nuestras carteleras. Pero creedme, la película tiene mucho más. Eso sí, estad prevenidos y no la veáis en sesión doble con Mary Poppins.
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Anotada en la lista de pendientes junto con ‘Shame’. Creo que empezaré por ‘Hunger’ porque un Fassbender desnutrido y cubierto de mierda me resulta menos amenazador en caso de ver la película junto a mi novia.