(AMABLE BIOPIC DE SOBREMESA) Hitchcock es una película adorable. Pero ahí precisamente radica el problema. Si tenemos la figura del mago del suspense por un lado —un tipo que consideraba que los actores eran ganado, oxigenado-compulsivo, de un humor británico-agresivo y con un estilo personalmente inquietante en sus historias—, y por otro tenemos el germen y el rodaje de Psicosis —una obra que marcó un cambio en el género, un film duro, erótico, implacable y macabro—, entonces ¡¿cómo cojones puede salir de esta mezcolanza una película adorable?!
Todo el que sabe un poquito sobre el gordito de la silueta peculiar se preguntará al acabar la película por sus McGuffins, por su machismo recalcado, por su mala hostia a la hora de rodar y por su egocentrismo. Y del suspense ya ni hablamos, pero ¿cómo han podido hacer para solucionar todos los conflictos de forma tan plana y esperable? El extraño cinéfilo sin inquietudes Hitchcocknianas puede que se entretenga con la “adorable” película sin pretensiones que se nos presenta. Pero un personaje de la talla del director de Vértigo; una figura repleta de información gracias a su extensa filmografía, a los millones de chismes sensacionalistas y a las reveladoras entrevistas que se le han realizado (sobre todo sus excelentes conversaciones con Truffaut), ofrece una base y una documentación como para hacer algo con más alma.
Es justo el Alma (nombre de la esposa de Alfred Hitchcock) a lo que más partido le sacan en el film. La enorme importancia de la pareja del realizador, su apoyo incondicional, su papel como asesora vital y cinematográfica y los choques surgidos de la promiscuidad mental del director están bien introducidos en la narración. La resolución de los mismos ya es otra historia.
A la posproducción y rodaje de Psicosis le podían haber sacado muchísimo más partido. Aparte de enseñarnos que Hitchcock fue el primero en sacar un plano de un váter en una producción hollywoodiense y que también fue el temerario primer director que se cargó a la actriz protagonista a los veinte minutos de metraje, no nos aportan mucho más. Es todo demasiado amable. Si no tenían la suficiente información, debían habérsela inventado. Seguro que a Alfred, alguien que pensaba que “hay algo más importante que la lógica: la imaginación”, que “el cine no es un trozo de vida, sino un pedazo de pastel”, que “el público debe sufrir tanto como sea posible” y que “el cine son 400 butacas que llenar”, no le hubiera importado para nada que los guionistas de una película con su apellido hubieran tenido la licencia de no ser veraces. “¡A tomar por culo! Hacerme delgado si hace falta, pero no aburráis”, hubiera espetado.
En el último número de la revista cinematográfica “El séptimo arte desde el séptimo cielo” viene la crítica de Hitchcock escrita por el mismísimo Alfred Hitchcock: “Semejante fantochada no puede gestarse con mi ente como estímulo. De haber estado vivo no hubiera permitido que este vodevil de tercera hubiera sido proyectado en ninguna sala, amén de las demandas que hubieran atestado el despacho del señor Sasha Gervasi (…) no es de recibo hacer un drama biográfico con tintes de comedia sobre una figura del suspense; y mucho menos si se acaba convirtiendo en un biopic de sobremesa(…) de estructura más plana que el trasero de Tippi Hedren y con una frivolidad más propia del diálogo de Vera Milles, Hitchcock se convierte en una sucesión de anécdotas sin espíritu que buscan destacar la figura del actor sobre la del personaje que interpreta (…) qué decir del señor Hopkins, más preocupado en parecerse a Joaquín Reyes disfrazado de Alfred Hitchcock que de interpretar una figura de la dirección cinematográfica a todas luces inimitable(…) puede salvarse que se haya devuelto a la vida a Ralph Macchio para interpretar a Joseph Stefano, pero me cuesta creer que alguien vea a la solvente Janet Leigh detrás del sensacional busto de Scarlett Johansson (…) En conclusión y citando a William Munny, el violento protagonista de Sin perdón,: “como volváis a maltratar a mi figura, volveré y os mataré a todos, ¡Hijos de perra!”.
Puede que me haya pasado un poco. Pero no por lo que es, sino por lo que podía haber sido. A positivar las escenas, llenas de ironía e información, donde Alfred Hitchcock se enfrenta con los censores de la época.
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Ay, si la bestia levantara la cabeza… Yo creo que el director está aterrorizado con la idea de que A.H. se le aparezca por las noches y le aseste 35 puñaladas. Chicho Ibañez Serrador la habría hecho muchísimo mejor. Y que conste que no he ido a verla porque con el trailer tuve más que suficiente.