(JUVENTUD EXPERIMENTAL) Son jóvenes sin expectativas, carentes de un futuro estable y con el empleo como utópica realidad. Son jóvenes con sueños menguados: de un Ferrari a una furgoneta de segunda mano; y que sacan dinero de debajo de los escombros de una obra o de la venta de su intimidad. Son jóvenes con otra boca que alimentar. Son jóvenes de periferia y familia desestructurada, de botellón, de polígono. Son carne de migración. Y lo peor de todo es que en el film hay algo diferente a los Aranoa o a los Loach, pues esta hermosa juventud, en todo el metraje, no se queja de un sistema que se los ha tragado. Están plenamente sumisos. En otras películas, cercanas en temática, se cagan en el estado de mierda, en los putos gobernantes, en los empresarios sin escrúpulos y con bolsillos tan grandes como su avaricia o en los banqueros y en sus sueldos indignantes y provocadores. Pero no. En Hermosa Juventud no protestan. Es su escenario. Es lo que les toca (sobre)vivir e intentan superarlo y prolongarse. Sin culpables. Es simplemente mala suerte. Eso sí. Lo que pensamos los espectadores ya es otra cosa.
El argumento no hace falta porque ha quedado claro, y lo demás es convincente diálogo naturalista. Lo que sí es interesante aludir es que su director Jaime Rosales, quizá harto de sus retrospectivas en museos de arte moderno, ha decidido hacer plano contra plano y acercar —o adaptar— su cine a más gente. Se ha rodeado de un equipo más joven y ha escuchado y ha improvisado. Así que los que tengáis miedo a que la cámara esté situada a unos trescientos metros de los personajes, los que penséis que ha dividido la pantalla en más partes que los créditos de La tribu de los Brady, los que creáis que un 90% de los 100 minutos de la película serán en blanco y negro y en silencio contemplativo o a los que os asuste que haya decidido rodar la película boca abajo para dar realismo a su temática, que sepáis que no. La película no es comercial porque es de Jaime Rosales. Hermosa Juventud es un periplo por nuevos lenguajes de un autor necesario. Aprovechando las entrevistas digitales de El País, y antes de ver su película, le pregunté al realizador catalán que por qué todo el mundo decía que Hermosa Juventud no parece una película de Rosales pero sí parece una película de Rosales. A lo que él contestó: “No sé… supongo que porque he intentado hacer un esfuerzo por salirme de mí mismo y no lo he conseguido del todo… Eso puede explicarlo… O porque he dado más entrada a mis colaboradores que en otras ocasiones”. Por lo tanto, aprovechad para dar una oportunidad a Hermosa Juventud porque la película es muy buena y está narrada de forma experimental… pero sólo para Jaime Rosales. A nosotros nos parecerá prácticamente convencional. A positivar las sensacionales elipsis temporales a través del móvil; por cierto, uno de los protagonistas de la Hermosa Juventud.
Además de los teléfonos móviles, los otros personajes de Hermosa Juventud son muy convincentes. Sobre todo, la pareja protagonista: Ingrid García Jonsson y Carlos Rodríguez. Lo de Ingrid es increíble. Creo que el Goya a la mejor actriz revelación ha aparecido demasiado pronto. Ella es el centro y la que prorratea el contenido. “No era un músico más de la orquesta, era el músico que daba la pauta a todos los demás intérpretes”. Mucho talento tiene la protagonista de esa Hermosa Juventud, con la que los que manejan los hilos han hecho un experimento. Esta vez no ha sido Rosales.
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