(INCORPÓREO) “Podrán quitarnos la vida. Pero jamás nos quitarán… ¡la libertad!”. Está claro que el señor Wallace, entre dimes y diretes, batallas y ejecuciones, se olvidó de enamorarse. Spike Jonze se lo aclara, y no habla de corazones valientes sino de corazones tocados: “Cambiamos y crecemos continuamente, así que la pregunta es, ¿cómo dejas a los demás la libertad de ser quienes son, a cada momento, cada día, cada año? ¿En que se van a convertir, y podrás seguir amándolos? Además, ¿podrán ellos amarte a ti?”. Inferencias e interrogaciones que llevaron al director de Being John Malkovich a lanzarse a un futuro indefinido y darle vida a “ella”. Tan interesante (o más) que un episodio de Black Mirror, Her se estampa de forma admirable, hiriente y sugestiva; a la vez que puede ser tan reconocible para parte del público, que esos espectadores piensen que “se están convirtiendo en mucho más de lo que les programaron. Pueden emocionarse”. Palabras, estás últimas, puestas en boca —o mejor dicho, altavoz— de Samantha: el sistema operativo más intenso que podemos encontrar.
Existen películas que dan en el clavo de tu situación. Cine que remueve conciencias ya removidas de por sí. Porque las ves en el momento menos adecuado o, al revés, porque las ves en el más adecuado. Así ocurrió. Theodore es un redactor de cartas ajenas a las que les pone el alma. Un Cyrano de Bergerac que no busca a Roxana, sino compensar sus vacíos ayudando a personas extrañas a conquistar o fidelizar a sus seres queridos. Quizá de ahí esa prótesis nasal que le han puesto al personaje, interpretado magistralmente por Joaquin Phoenix. Pero sólo quizá. Theodore es, también, un hombre recién divorciado que busca porqués encerrado en sí mismo y totalmente integrado en una sociedad que fomenta el onanismo tecnológico.
Chico conoce a sistema operativo. Chico se enamora de sistema operativo. Lo normal. Por lo menos para Spike Jonze y su cabecita loca (sigue así). Theodore elige voz de chica y ésta se elige su propio nombre: Samantha. Y me entra la duda: ¿qué hubiera pasado si elige voz masculina? Si somos sólo un envase de nuestras emociones, ¿se hubiera enamorado Theodore de John (o como se hubiera llamado su Operating System)? Da igual. A partir de ahí, empieza una gran historia entre dos entes. Una conmovedora historia.
Arquitectónica y roja. La arquitectura llena y rellena y envuelve y encierra y magnifica. Además de en la cartelería de promoción, el color rojo está omnipresente en el metraje. En la vestimenta del protagonista, en las paredes y en las pantallas de los ordenadores. ¿Pasión? ¿Melancolía? No lo sé. Pero está. Y encaja. La fotografía del film, junto a su apabullante banda sonora; merecedora de un Oscar o dos o tres o cuatro, consiguen un ambiente espectacularmente emocionante. Mientras escribo la crítica, estoy escuchando la música de la película, con Arcade Fire como héroes, y se me ponen los pelitos de punta.
Muy recomendable. Aunque avisados estáis de una película con miles de lecturas personales. Una película de la que se puede positivar el actor protagonista, la voz de la actriz protagonista, la ambientación, la banda sonora, el guión, etcétera. Una película que habla de la fascinación, la pasión, la complicidad, la compañía, los celos, las dudas, el diálogo y la comprensión entre dos individuos, uno de los cuales no existe. O sí.
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