(COMO UNA DE GARCI, PERO AL REVÉS) Hay películas que duran dos minutos. Otras duran días, incluso semanas. Hay auténticas obras de arte que duran toda la vida. Hay películas que duran lo que dura su trailer. Y hay otras, como Headhunters, que duran exactamente noventa y ocho minutos. En estos instantes estoy haciendo un tremendo esfuerzo para intentar escribir la sinopsis del film sin mirarlo en Internet, pero recuerdo que hubo instantes que no pude ni pestañear.
Más o menos era así: Un cazador de talentos (empresariales) noruego vive muy por encima de sus posibilidades. Tiene un pedazo de casa de varios pisos que vale muchos millones, conduce un coche de lujo y, cómo no, (aunque esto en Noruega debe ser algo más fácil) está casado con una rubia espectacular que le saca una cabeza. ¿Y cómo hace para sacar todo eso adelante? Pues como todo el mundo, tiene un hobbie: robar obras de arte. Valga también de síntesis unas palabras que, a modo de reflexión y dirigiéndose a los espectadores, expone el protagonista: “Me llamo Roger Brown y mido 1,68. No hay que ser psicólogo para saber que esto hay que compensarlo. Mi casa, por ejemplo, vale 30 millones. No me gusta y no puedo permitírmela, pero a ella le encanta”.
Y así van pasando los días del norueguito hasta que, más o menos, a la media hora de metraje la cosa se le tuerce y la película se dispara como un proyectil hacia un final del que tampoco me acuerdo tanto. Eso sí, la cadencia es espectacular y sí son memorables muchas de las secuencias. El protagonista nos documenta más formas de palmar que Bill Murray en Atrapado en el Tiempo: le disparan, le apuñalan, se entierra en un depósito de excrementos humanos, le ataca un pitbull, le torturan, le atropellan, le obligan a afeitase la cabeza sin espuma, le apalean y lo tiran por un precipicio. Si es que la codicia y el robo, a no ser que seas político o banquero, no llevan a nada bueno.
Vamos, que pasé algo más de hora y media ensimismado; no ya ante el argumento que, reitero, no me acuerdo bien, sino ante unas secuencias que canibalizan la historia y ante el ritmo brutal de un hombre perseguido por otro para no sé qué de un cuadro o un microchip o una chica o una empresa multinacional o yo que sé.
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