(UN HOMENAJE A SÍ MISMO) Frankenweenie es un homenaje de Tim Burton al cine de terror que ha mamado y a su propio cine. La película que siempre quiso hacer y que, allá por el principio de los 80, ya nos presentó un pequeño adelanto de poco más de veinte minutos y con actores de carne y hueso. Y esta vez, el niño que soñaba con estar dentro del traje de Godzilla no ha utilizado a personajes vivos, sino que ha devuelto a la vida a personajes inertes surgidos de su propio mundo, a 24 fotogramas por segundo, para continuar su particular ofrenda a Frankenstein y a tantos otros monstruos.
Víctor es un niño solitario, inteligente y extremadamente inquieto que quiere ser director de películas de terror. Y lo primero que vemos en Frankenweenie es el estreno de una grabación casera, divertida y en 3D que ha realizado para sus padres. El protagonista de esa mini película es su perro y aliado Sparky. Un animal revoltoso que poco tiempo después morirá atropellado por un coche al ir a recoger una pelota de béisbol. El pobre Víctor, asolado por la pérdida y gracias a un experimento con una rana que realiza su profesor de ciencias, decide resucitar a su querido amigo. El único problema es que ocultar a Sparky es bastante complicado y todos los compañeros que conocen el secreto quieren jugar también a ser el Doctor Frankenstein.
Sin presentarnos nada nuevo, Burton consigue una obra dinámica y de ritmo in crescendo con momentos sublimes y homenajes constantes al cine de terror clásico y al universo burtoniano. La niña que se parece a todos los personajes que ha interpretado Winona Ryder es, cómo no, la vecina del protagonista. El muñeco que hace de profesor de ciencias es clavadito a Vincent Price. Christopher Lee aparece en carne y hueso en una película que los padres de Víctor ven en su televisor. La perrita amiga de Sparky acaba teniendo el pelo cardado hacia arriba y con dos rayas blancas en los lados. Edgar, el compañero de clase metomentodo, no es muy agraciado y tiene joroba; qué cosas. Algunos de los personajes se parecen a los Tragic Toys, diseñados por el director y de venta en muchas tiendas, sobre todo la Niña Rara, compañera de colegio de Víctor y que tiene un gato que predice el futuro con sus excrementos, la cual es igual que el muñequito de Staring girl.
Además de todo esto, el tío Tim ofrece, entre otras muchas referencias, cementerios, momias, gárgolas voladoras e incluso su particular reseña al cine japonés con una tortuga gigante aplasta coches, al estilo de Gamera o Godzilla.
Un refinado entretenimiento de 87 minutos donde el stop motion no frena el ritmo en ningún momento y con varias escenas destacables. A positivar las secuencias del profesor Rzykruski reunido con todos los padres de los alumnos, típico debate del conservadurismo y el bienestar rural frente a los peligros de la novedad; y la de los coches de todo el pueblo reunidos en círculo para juntar sus baterías con un fin común.
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