(DE SPIELMANN A TRUEBA PASANDO POR CUARÓN) Hoy he dormido más, bastante más. El día es azul. Los pajarillos se han cansado de cantar. La ciudad está repleta de actividad. Los surferos llevan horas en el agua de la playa de Zurriola. Mi constipado ha menguado. He desayunado un café con leche con un pincho de tortilla. He desayunado sentado. He salido de la pensión y no había nadie regando la calle. Estoy feliz. He pasado del privilegio de prensa y voy a ver la película de las doce con el público general. Es lunes. Queda media horita para que empiece la película. No creo que haya mucha gente esperando. ¡Ahí va la hostia!
(OCTOBER NOVEMBER) Un festival también es ruido. Y algunas películas de la sección oficial pasaron de puntillas por San Sebastián. Películas que, una vez vistas, parece que se olvidan. Y ni entran en quinielas ni en conversaciones ni en corrillos cinéfilos. Es el caso de October November, la última película de Götz Spielmann, el director de Antares. De sinopsis algo aculebronada, la perfecta realización, la interesante fotografía y el trabajo de los actores consiguen que la película fluya; aunque me costó mantener la atención en algunos momentos. Esta es la historia de dos hermanas. Una de ellas abandonó su pueblo y se consolidó como actriz de renombre. Vive sola. La otra se quedó en casa para trabajar en el negocio familiar: un hotelito en la montaña. Está rodeada de hombres. A saber: su padre, su marido, su hijo y su amante. Un infarto del padre de las hermanitas las vuelve a juntar para sacar, poco a poco, fantasmas del pasado y del presente. Se trata de un film correcto del que poco se puede sacar después de visto. No acabas de entrar, y mirar desde tan lejos consigue que no te llegue a tocar en casi ningún momento. Una agonía de más de veinte minutos, un poco excesiva, te llega a poner algo nervioso hacia el final del film; si es lo que quería el realizador, lo consiguió. En resumen, es una obra correcta, sin más, y con algunas secuencias a destacar. Claramente sales de la sala conocedor de que no estás ante ningún futuro galardón.
Pero lo que tienen las cosas, al día siguiente compartimos una interesante y reveladora hora de charla con el director y guionista de la película. A positivar la amabilidad, la simpatía y la cultura cinematográfica de Götz Spielmann.
(GRAVITY) Algo de cine comercial entre productos festivaleros sirve para desintoxicar. Gafas 3D y una película yankee para ayudar a hacer la digestión. Son las tres y media de la tarde. Anteojos puestos. Se apaga la luz y empieza, más que una película, un prodigio. Técnicamente sublime. Lo más cerca de la luna que he estado jamás. Puede que no sea la mejor película sobre el espacio, pero sí es la mejor película del espacio. Nada metafísico. Sin preámbulos innecesarios. El film empieza marcando el territorio. Una rutinaria misión espacial acaba convirtiéndose en una agónica lucha por la supervivencia. Dos astronautas se quedan flotando en el espacio porque una lluvia de deshechos ha destrozado parte de su nave y lo que les unía a ella. Oxígeno justo para narrar en tiempo real. Hay que intentar salvarse y volver a aquella tierra que se ve de fondo.
Después está (y negaré que he escrito esto) lo del guión. Es como El Ángelus de Millet: el tema puede ser lo de menos al lado de tanta categoría e insolencia visual. Los diálogos, todo hay que decirlo, son bastante ágiles, sobre todo las frases de George Clooney. Subrayar también que los planos secuencia, marca de la casa Cuarón, también están en Gravity: al principio de la película tenemos uno de 20 minutazos.
Es una película tan real que el salto de RedBull o aquello de Armstrong y la luna y el pequeño paso para el hombre (dicen que rodado por Kubrick) parecen un trabajo de clase. Una hora y media entretenido y fascinado ante lo que me pareció una película de las que hacen historia. Al tiempo. Posdata: imprescindibilísimo ver la película en 3D. Si es en 2D creo que la crítica no sirve.
(VIVIR ES FÁCIL CON LOS OJOS CERRADOS) Y para finalizar la jornada —por lo menos la cinematográfica— entramos en otra película de las oficiales. Esta vez sin subtítulos. Vivir es fácil con los ojos cerrados, además de parte de la letra de Strawberry fields forever, es el título de la última película de David Trueba. Una película bonita, sin excesivo azúcar, de sonrisa constante, agradecida y con un Javier Cámara que estuvo entre los favoritos para llevarse la Concha. Estamos en 1966. John Lennon anda por Almería para rodar una película. Un profesor de escuela que utiliza las canciones de The Beatles para enseñar inglés decide ir a conocer a Lennon y a pedirle que ponga las letras en los discos y, de esa forma, ahorrarle algo de curro. Hasta ahí tenemos una historia que además de verse en pantalla fue real. Su protagonista fue Juan Carrión, un maestro de Cartagena. Realidad que le sirvió a David Trueba para añadirle una serie de personajes que el protagonista se va encontrando por el camino y hacer esta amable película. Un film respetuoso que habla de la rebeldía. No estamos ante un Cuéntame más.
“Al final de todo, yo creo en la gente”, dijo David Trueba en la rueda de prensa. Y esa frase se nota en su película. Una película que no es una obra maestra ni la mejor que ha hecho el director ni la favorita para ganar el premio, pero que, sin embargo, es enormemente positiva. Y claro, a este blog se lo metió en el bolsillo.
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Hoy he visto Gravity.Algo bueno tienen que tener los Oscar: la han reestrenado en el cine en 3D. Una verdadera maravilla en todos los aspectos. Menos mal que no la ha dirigido un yankee. Nada de patrioterismo ni de empanadas filosófico-religiosas. Tengo ganas de verla en DVD por dos razones: para verla en inglis of de mountains y para ver si aguanta en pantalla pequeña. Y para mi que va a aguantar.