(CONTINUARÁ) Juan Mayorga, matemático y doctor en filosofía, es uno de los dramaturgos españoles más representados de la actualidad. Traducidos a más de veinte idiomas y puestos en escena en decenas de países, sus textos son profundos, comprometidos y espetados por personajes complejos y bien definidos. Juan Mayorga cuenta que hace años, cuando era profesor de matemáticas en un instituto, un alumno le entregó un examen de fracciones con las preguntas en blanco pero con una nota al margen que decía más o menos así: “Juan no puedo contestar porque no he estudiado. Pero estoy jugando muy bien al tenis y voy a ser portada del Marca. Voy a ser campeón y tú yo saldremos a celebrarlo”. Supongo que el pupilo en cuestión se llevaría su cero correspondiente, pero ese mini escrito en la esquina del examen fue el germen de El Chico de la última fila, una obra teatral representada en infinidad de teatros, nacionales e internacionales; y de un peliculón, dirigido y guionizado por François Ozon y basado en el texto de Mayorga, premiado con la Concha de Oro del pasado Festival de San Sebastián: En la casa.
“Cuéntame en una redacción qué has hecho este fin de semana”. Esto es lo único que pedía a sus alumnos el profesor Germain. Y mientras corregía y se hinchaba a poner deficientes a cada uno de los escritos que recibía, un trabajo diferente de un chico diferente llegó a sus manos, a sus ojos y a su vida. La redacción del alumno de la última fila hablaba de que, por fin, había podido entrar en esa casa que tanto le llamaba la atención. La vivienda era de un compañero de clase al que no se le daban bien las matemáticas y ese fin de semana él se ofreció para ayudarle con los problemas de algebra. El maestro despierta de su crisis docente y decide sugestionar a su alumno para que siga escribiendo. De esa forma podrá lograr que algún día sea un buen escritor; pero, sobre todo, de esa forma sabrá más cosas de esa casa.
El guión está escrito en una libreta milimetrada. Los personajes están perfectamente dibujados. Los diálogos son directos, divertidos y reflexivos. El reparto está bien afinado. Y con todo ese material, el director logra un ejemplo de construcción cinematográfica. A pesar del complejo juego entre ficción y realidad, de las bien encajadas subtramas entre personajes (sobre todo la historia entre el profesor y su mujer) y de algunos necesarios debates sobre la enseñanza, la familia y al arte, Ozon logra que no nos perdamos del relato y que todas las secuencias acaben con un “continuará” (simbólico y literal) que nos despierta las ganas de seguir sabiendo. Lo que consigue el alumno con su profesor lo alcanza también con el espectador. Un discípulo manipulador y talentoso que se convierte en un pequeño y unifamiliar Big Brother.
Gran película digna revisarse y redescubrirse. Una de las mejores películas de 2012. A positivar su excelente guión; sin olvidarnos de Juan Mayorga el autor del texto original y, sobre todo, del alumno —futuro campeón de tenis— que escribió la nota al margen del examen.
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