El método Williams, o su mucho más acertado título en inglés, King Richard, es una creación eficiente y popular que sirve para amplificar la Demo Reel de Will Smith y, de paso, que el actor pueda llevarse a casa esa estatuilla que se le resiste. Es tan palmaria la intención, que los encargados de llevar a cabo el producto son bastante desconocidos. Incluso el reputado y oscarizado director de cámara, Robert Elswit, apuesta en toda secuencia por la discreción visual y la neutralidad estética del acabado. Todo muy loable y funcional para dichos propósitos. No obstante, el empeño que se hace en extraer, una y otra vez en una película de Will Smith, los valores más positivos de cada instante y la amabilidad en cada encontronazo sumergen el conjunto en una retahíla de mensajes repetitivos. Ruborosa es la escena donde el omnipresente protagonista les pone a sus hijas La cenicienta para luego preguntarles por las conclusiones extraídas. Humildad. Al final quería hablarles de la humildad.
Hablamos de un método, el ejercido por el padre de Venus y Serena Williams, con incontables debates éticos y pedagógicos que se allanan y administran desde mucho antes de empezar los créditos iniciales. Sabemos cómo terminó todo y que la presión y el trabajo duro dieron sus frutos. Richard Williams tenía dos objetivos claros: sacar a sus hijas del violento entorno en el que crecieron y que se convirtieran en las mejores jugadoras de tenis de la historia. Pero ¿cuál era el primordial? ¿Qué hubiera pasado en caso de un fracaso? En el primer diálogo del filme, deja claro el rey Richard que todo le surgió al ver ganar a Virginia Ruzici un torneo en 1977; pero no por el esfuerzo de la jugadora rumana, nada de eso, sino por el cheque de 40.00 dólares que le entregaron por solo cinco días de juego. Es, cuando menos, cuestionable como plan educativo; pero, por el contrario, un conflicto más que jugoso para guionizar el proceso.
King Richard es una película que funciona como distracción. Un biopic bien interpretado —fácilmente Will Smith puede ganar el Oscar— y con una cadencia mesurada y nada letárgica. No lo suficiente como para retenerse en la memoria fílmica de un cinéfilo que vea más de quince películas al año. Aun así, cabe destacar que funciona cuando algún personaje le pone en duda el método a Richard. La discusión con su mujer y alguna rencilla con el calzonazos del entrenador son lo más positivable del filme.
Si Will no consigue subir al escenario en el Teatro Dolby de Los Ángeles, le aconsejaría que buscara, para su próxima película, un papel de villano (como has hecho con Arantxa Sánchez Vicario en esta). Aunque ¿sabéis qué? Will Smith va a producir el salto a la gran pantalla de ‘El alquimista’.
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