Se necesita, prácticamente*, un día entero para ver todas las producciones nominadas al Oscar a la Mejor Película de este año. Sí. Yo soy de los que mira la duración antes de entrar al cine o cuando hay que cribar elecciones en las diferentes plataformas. Incontables veces, a la hora de decidir, es la extensión de una obra la que (de forma poco profesional, lo sé) me hace decidirme. Pues bien, resulta que, por ahora, es la más corta de todas las nominadas la que menos me gusta. Hablo de Belfast. Y me falta la más larga de todas ellas: Drive My Car. Ojo.
*1.386 minutos.
El callejón de las almas perdidas, pese a todo, no se me ha hecho larga. Guillermo del Toro podía haber empleado más economía narrativa en su primer acto y acomodarse más a aquella adaptación* de 1947. Si bien, una vez terminado su metraje, el que suscribe no sabría por dónde meter tijera. Estamos en una feria y la presentación de personajes está suscrita a su espacio ambulante; amén de que, vista su filmografía, estas son las secuencias donde del Toro puede ser más del Toro. Así que dejémosla tal y como esta. El diseño de producción es impecable y detallista.
*El callejón de las almas perdidas (1947) dirigida por Elmund Goulding
La cámara sigue de manera perenne, con aroma clásico y fundidos elegantes, a Stanton Carlisle, un buscavidas inclemente que aprende las reglas del mentalismo con el determinado objetivo de escalar económica y socialmente. Se trata de un vividor, no bebedor, cuya sobriedad persigue el abandono de las rancias lonas de una feria para acogerse al art déco más exclusivo. Pasen y vean a un monstruo sin escamas, a un elenco de secundarios grandioso, unos escenarios a la altura y, en conclusión, una película consciente de su duración y de su fin*.
*No creo que gane el Oscar, pero es una digna contendiente.
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