(WELCOME TO THE JUNGLE) Joshua ‘J’ Cody, ese jovencito introvertido y de semblante inexpresivo, que debido al fallecimiento por sobredosis de su madre tuvo que irse a vivir con su negligente abuela y sus violentos tíos en la inmensa Animal Kingdom, tenía a priori muy complicado lo de ser una persona ‘normal’ alejada de los actos delictivos de su entorno. El contexto marca mucho y el director de El año más violento eligió el año más violento —según las estadísticas— de la ciudad de Nueva York para apostar al aspirante a buen empresario Abel Morales. Un año, 1981, repleto de robos, violaciones, asesinatos y corruptelas políticas y empresariales en el que el justiciero Charles Bronson hubiera tenido que pedir una excedencia por ansiedad. J. C. Chandor, realizador del film, además de ubicar al pobre Abel en tan peculiar periodo, ha optado por casarle con la hija de un mafioso de Brooklyn, hacerle empresario afín al sector de las petroleras (sin comentarios) y darle el rol de patrón de origen colombiano que se ha creado a sí mismo desde cero.
Como buena película con mafia de fondo, entre los escenarios podemos encontrar un par de mansiones, una de ellas con pista de tenis; despachos de luz menguada, vestidores con trajes refinados, restaurantes de postín y la tan recurrida y, eso sí, necesaria peluquería. El giro está en que, al revés que Don Vito o Tony Montana, Abel Morales llegó a fundar su imperio de forma legal y sin crearse muchos enemigos. Pero el problema no es cumplir el sueño americano, sino no despertarse de golpe. Sus camiones de combustible están siendo robados, y a pesar de que su esposa le dice esa frase tan de gánster que es “estamos en guerra” y “¿quieres que se lo diga a papá?” o que los chóferes quieren llevar un magnum 44 en la guantera, él quiere que todo funcione según la ley vigente y su propia ética.
El director de Margin Call vuelve a ofrecernos otra interesante y bien llevada historia de atmósfera potente. Sin grandes panorámicas (un par de bucólicos planos a un difuminado skyline de Manhattan desde los muelles sí que los hay), con unos diálogos más de la nueva ola del cine (y series) mafioso-policial que de los Coppola, Scorsese o De Palma, y con un tratamiento de los personajes más del estilo Lumet, El año más violento es un film responsablemente lento, molón, sin mucho disparo y con un buen trabajo de los actores. Él es Óscar Isaac, que puede hacer protagonistas de una franja de edad comprendida entre los 25 y los 55 años y que últimamente le da por atropellar animales en sus películas. Ella es la siempre efectiva Jessica Chastain.
A positivar una secuencia donde Abel utiliza su pañuelo —los empresarios nunca llevan Kleenex— para tapar un agujero de bala en uno de los tanques de combustible. Lo primero es lo primero.
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