Andrew Haigh, director de Weekend, nos entrega con Desconocidos una película demoledora y triste como un domingo por la tarde. Una película de la que poco se puede contar porque todo es descubrimiento en su esmerado y bien dialogado guion. Es más, nada debe usted saber de lo que pasa a partir de los seis minutos de película. Se trata de acompañar a Adam: un guionista que exige recuperar las querellas que no tuvo en el pasado; que necesita mirar hacia atrás para poder seguir hacia adelante. Y le acompañaremos junto a Harry, su único vecino del enorme bloque de viviendas en el que viven, que le ayuda con su desconsuelo, incluso cuando él necesita lo mismo. Lo dicho, desgarradora historia.
Desconocidos es tan lenta como subyugante. Una fábula sobre el amor, el dolor y la sanación con una pareja protagonista con muchísima química. Un relato con una atmósfera ensoñadora, sensual, magnética y etalonada en azules del que se te expulsa, en su desenlace, con una sonrisa desconcertante.
Podría compararla con varias películas y vacilar de name-dropping, pero todo sería joder su experiencia. Así que, si sólo leen este medio online con menos seguidores que el Laserdisc, háganme caso y vayan a verla. Los actores están estupendos y son sólo cuatro. Entre ellos, el actor del momento, Paul Mescal, haciendo sus cosas indies antes de lanzarse al vacío de aquí unos meses con Gladiator 2. ¿Hacía falta?
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