Dejando de lado que el germen de todos los conflictos ha sido trabajado prolíficamente en el cine, que para justificar el título de la película embuten una escena con calzador, que todas las colisiones se dilatan en pos del ritmo, dejando algo de lado la verosimilitud; que se puede llamar al 112 aunque no se tenga saldo o no nos sepamos el PIN, que se podría haber cerrado el filme unos minutos antes o que el vecino empalagoso es prescindible y los bakalas repulsivos, Cuando los ángeles duermen es un ejercicio de estilo y ritmo más que meritorio y un gran entretenimiento al que acogerse en esas noches de sofá y programas televisivos indecentes.
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